12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

amigo mío estaba quizás un poco obsesionado con el tema <strong>de</strong>l heroísmo y<br />

que me preocupaba su salud mental. No le dije nada más y ella recordó <strong>de</strong><br />

pronto que <strong>de</strong> niña, en efecto, Dumas era un personaje muy popular en la<br />

Argentina y que su viaje se comentaba en las escuelas y en las reuniones<br />

sociales. No volvimos a tocar el tema hasta que aquella mañana<br />

dominguera un amigo <strong>de</strong> Emma, Augusto Echeverría (que estaría<br />

bor<strong>de</strong>ando <strong>los</strong> ochenta años), nos recogió en el hotel en su carro y nos<br />

llevó al Club <strong>de</strong> Veleros <strong>de</strong> Barlovento, en San Isidro.<br />

Durante el camino me di cuenta <strong>de</strong> que Augusto era un hombre<br />

callado, extremadamente reservado, como si le costara mucho trabajo<br />

estar entre otras personas. Respeté ese silencio y nos fuimos conversando<br />

con Emma acerca <strong>de</strong>l encuentro y <strong>de</strong> las otras conferencias que habíamos<br />

escuchado. De vez en cuando él intervenía y poco a poco se fue sintiendo<br />

cada vez más cómodo entre nosotros, que no lo presionábamos para que<br />

socializara. Me enteré entonces <strong>de</strong> que era un marino avezado y que se<br />

había <strong>de</strong>dicado durante años a navegar en un pequeño catamarán con el<br />

que había atravesado mares y océanos intercontinentales. Entendí su<br />

ten<strong>de</strong>ncia a la introspección y su personalidad silenciosa que prefería<br />

quedarse al margen y no intimar con <strong>los</strong> <strong>de</strong>más. Le venía <strong>de</strong> las semanas y<br />

<strong>los</strong> meses navegando en soledad, leyendo en la proa <strong>de</strong> su embarcación o<br />

llevando el timón mientras observaba durante horas la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> en<br />

la invariable línea <strong>de</strong>l horizonte.<br />

San Isidro es una zona llena <strong>de</strong> parques y árboles que colinda con el<br />

río. Como era domingo, varias personas estaban corriendo, montando en<br />

bicicleta o preparando sus asadores para compartir un picnic familiar a la<br />

orilla <strong>de</strong>l río, que corría majestuoso e imponente frente a nosotros.<br />

Augusto nos llevó hasta el Club <strong>de</strong> Veleros <strong>de</strong> Barlovento y nos señaló<br />

una placa que habían puesto en una callecita vecina, una placa en<br />

homenaje a Vito Dumas. Increíble. Me dije que Alfonso hubiera dado lo<br />

que fuera por estar parado justo ahí, en el lugar al que había llegado aquel<br />

héroe que le había trastornado su juventud. Y, en esa mañana soleada,<br />

parados frente a la placa que homenajeaba al ya <strong>de</strong>saparecido aventurero<br />

argentino, daba la impresión <strong>de</strong> que estábamos ingresando en otra<br />

realidad, en un pasado que <strong>de</strong> repente se actualizaba y nos transportaba a<br />

ese día en el que un navegante solitario, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> darle la vuelta al<br />

globo, regresaba a casa agotado y herido para dar testimonio <strong>de</strong> su hazaña.<br />

<strong>La</strong>s palabras <strong>de</strong> Augusto confirmaron esa impresión que nos empezaba a<br />

www.lectulandia.com - Página 104

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!