La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
maldiciendo en las horas <strong>de</strong> la noche toda mi orfandad.<br />
Los exámenes <strong>de</strong>l Estado que presenté para graduarme, y que<br />
eran obligatorios para aplicar a cualquier universidad, me<br />
consagraron ese año como uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> diez mejores bachilleres <strong>de</strong>l<br />
país. Mi puntaje fue extraordinario, sobre todo en materias como<br />
fi<strong>los</strong>ofía, lenguaje y matemáticas. Ahí estaban <strong>los</strong> resultados <strong>de</strong> mis<br />
años <strong>de</strong> estudio y <strong>de</strong>dicación. Una empresa nacional que patrocinaba<br />
a estudiantes sobresalientes para <strong>de</strong>spués reclutar<strong>los</strong> con buenos<br />
sueldos y oportunida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> especializarse en el extranjero, me<br />
ofreció una beca en carreras como arquitectura, ingenierías, <strong>de</strong>recho<br />
o comercio exterior. Les contesté que les agra<strong>de</strong>cía mucho su<br />
ofrecimiento, pero que yo, en realidad, era un lisiado autodidacta y<br />
que no me sentía capaz a esas alturas <strong>de</strong> inscribirme en una<br />
universidad ni <strong>de</strong> asistir a clases normalmente con otros estudiantes.<br />
Ni siquiera se tomaron el trabajo <strong>de</strong> respon<strong>de</strong>rme. Me importó un<br />
cuerno y seguí leyendo y atento a <strong>los</strong> pagos <strong>de</strong> mis inquilinos.<br />
<strong>La</strong> verdad, viejo, te la voy a contar ahora. Estaba esperando el<br />
momento oportuno para confesarte lo que por entonces me<br />
obsesionaba, y creo que esa explicación <strong>de</strong>be ir aquí, justo en este<br />
párrafo y en esta página. Como recordarás, yo estaba impedido para<br />
<strong>los</strong> <strong>de</strong>portes. <strong>La</strong> única vez que monté en bicicleta, gracias a tu buena<br />
disposición para enseñarme, terminé en el piso magullado. E<br />
imaginarme a mí con un balón <strong>de</strong> fútbol o lanzando la pelota en una<br />
cancha <strong>de</strong> baloncesto es absurdo. Era jorobado, sí, pero no bruto: le<br />
tenía pánico a hacer el ridículo y esa pru<strong>de</strong>ncia me salvó <strong>de</strong><br />
convertirme en un payaso. Lo más normal hubiera sido, entonces,<br />
que me convirtiera en un religioso, en un hombre <strong>de</strong> fe que admirara<br />
<strong>los</strong> valores espirituales y que siguiera como ído<strong>los</strong> a San Francisco <strong>de</strong><br />
Asís o a San Agustín. <strong>La</strong> iglesia hubiera sido un buen refugio para un<br />
hombre como yo: sufrir aquí abajo para ganar el paraíso eterno. Pues<br />
no, León, yo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy niño empecé a admirar la épica, <strong>los</strong> héroes<br />
antiguos, la fortaleza, Esparta, Aquiles, Mío Cid, Magallanes, <strong>los</strong><br />
generales aliados durante la Segunda Guerra. Quizás porque era justo<br />
lo que no tenía y lo que la vida me había negado a las malas y sin<br />
consultarme. ¿Te imaginas la escena? El jorobado a altas horas <strong>de</strong> la<br />
noche, muy concentrado en sus libros <strong>de</strong> guerras y aventuras,<br />
soñando con que galopa por las montañas europeas o que navega en<br />
pos <strong>de</strong> continentes <strong>de</strong>sconocidos. Una escena penosa, pero cierta.<br />
Por otro episodio que escribí en esta misma carta (la conversación<br />
con mi vecina que estudiaba fi<strong>los</strong>ofía), te habrás dado cuenta <strong>de</strong> que<br />
lo que más ha ejercido influencia sobre mí ha sido el mar. Des<strong>de</strong><br />
www.lectulandia.com - Página 75