12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

perro y también por eso te acercaste a mí: yo no podía agredirte, herirte<br />

ni traicionarte porque yo también estaba <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> <strong>los</strong> débiles, en la<br />

sección <strong>de</strong> <strong>los</strong> machacados…<br />

<strong>La</strong> respuesta a esas interrogantes me llegó en una andanada <strong>de</strong><br />

imágenes caóticas. Mi madre andaba por la casa <strong>de</strong> un lado para el otro sin<br />

saber muy bien qué hacer, a qué <strong>de</strong>dicarse, qué rumbo darle a su vida. Mi<br />

padre se iba por todo el país buscando clientes para la empresa que<br />

representaba, entregando muestras <strong>de</strong> medicamentos, intentando ampliar<br />

la zona <strong>de</strong> influencia <strong>de</strong> <strong>los</strong> laboratorios que representaba. Y en esos<br />

largos perip<strong>los</strong> por ciuda<strong>de</strong>s pequeñas y pueb<strong>los</strong> en <strong>los</strong> cuales tenía que<br />

dormir en hoteles <strong>de</strong> mala muerte, seguramente conocía a mujeres <strong>de</strong><br />

distintos tipos, mujeres con las que terminaba enredado para paliar <strong>de</strong> ese<br />

modo la profunda soledad que lo embargaba. Mientras tanto, mi madre se<br />

quedaba en casa sola, como suspendida en el tiempo, sin saber qué hacer.<br />

Yo no era ninguna garantía <strong>de</strong> compañía para sus quebrantos <strong>de</strong> salud, su<br />

tristeza y su sensación <strong>de</strong> vacío emocional. En medio <strong>de</strong> ese caserón<br />

antiguo, en realidad éramos dos <strong>de</strong>sconocidos que vagábamos como<br />

fantasmas extraviados en el tiempo y el espacio.<br />

Una noche, escuché unos gemidos y un llanto apagado. Pensé que ella<br />

estaba enferma y que <strong>de</strong> pronto me necesitaba para llamar una ambulancia<br />

o pedir ayuda. Me levanté <strong>de</strong> la cama con cuidado, sin hacer mucho ruido<br />

y caminé hasta su habitación. Por entre la puerta entreabierta alcancé a<br />

verla <strong>de</strong> rodillas, frente a un altar que siempre estaba sobre su tocador. Era<br />

un Jesús crucificado y doliente entre nardos y rosas. Ella tenía un rosario<br />

en la mano, lloraba ahogada, sin po<strong>de</strong>r casi respirar, y hablaba como una<br />

autómata, como si se tratara <strong>de</strong> la voz mecánica <strong>de</strong> un robot:<br />

—Señor, perdóname por nunca haber dicho la verdad, por haberlo<br />

traído <strong>de</strong>l orfanato así, impulsivamente y sin explicarle nunca sus<br />

verda<strong>de</strong>ros orígenes. Me merezco todo este dolor que ahora estoy<br />

recibiendo, toda esta soledad, toda esta amargura. Nunca quise buscar a<br />

sus verda<strong>de</strong>ros padres, contarles que él estaba bien, que crecía fuerte, que<br />

es dulce e inteligente como ninguno. Y ya no tengo fuerzas para iniciar<br />

algo así, ya no tengo arrestos… Pero es que era un bebé tan lindo y yo<br />

tenía tantas ganas <strong>de</strong> ser madre, <strong>de</strong> cuidarlo, <strong>de</strong> brindarle una casa y un<br />

hogar… Y mira lo que he hecho… Perdóname, Señor, ayúdame,<br />

muéstrame un camino don<strong>de</strong> todo esto sea menos doloroso. No te olvi<strong>de</strong>s<br />

<strong>de</strong> mí, no me <strong>de</strong>jes así en el calvario, extraviada, perdida, a la <strong>de</strong>riva.<br />

www.lectulandia.com - Página 49

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!