La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
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tiempo, cuando ella fuera madre. Según su experiencia, durante la<br />
maternidad, el cuerpo produciría una serie <strong>de</strong> enzimas y proteínas<br />
que regularían el cerebro e impedirían el surgimiento <strong>de</strong> <strong>los</strong> brotes.<br />
Como si la naturaleza, en su infinita sabiduría, salvara la vida que<br />
venía en camino protegiendo el equilibrio mental <strong>de</strong> la madre. Ella<br />
hizo amistad con un estudiante <strong>de</strong> medicina que vivía en la casa. Un<br />
muchacho <strong>de</strong> buena familia, medio díscolo, que se la pasaba <strong>los</strong> fines<br />
<strong>de</strong> semana bebiendo trago. Esa amistad fue creciendo y ella empezó a<br />
tener <strong>de</strong>talles especiales con él: le compraba chocolates, le <strong>de</strong>cía a la<br />
empleada <strong>de</strong> la casa que le lavara la ropa gratis, le regalaba esferos<br />
costosos que ella pagaba <strong>de</strong> sus propios ahorros. Estaba enamorada<br />
<strong>de</strong> verdad y yo veía que él se aprovechaba <strong>de</strong> sus buenos<br />
sentimientos. Intenté <strong>de</strong>cirle que tuviera cuidado, que se estaba<br />
equivocando con él, pero ella, ce<strong>los</strong>a y prevenida, me ofendió mucho<br />
durante esa discusión diciéndome que si él me gustaba a mí también,<br />
que si estábamos enamorados <strong>de</strong> la misma persona. Nos <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong><br />
hablar y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ese día nos cruzábamos en las escaleras o en el<br />
<strong>de</strong>sayuno y ninguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> dos le dirigía la palabra al otro. Hasta que<br />
vino lo inevitable, lo que yo intuía que iba a pasar, pero que superó<br />
en magnitud y gravedad todas mis suposiciones. Una noche, ella<br />
acudió a una cita en el cuarto <strong>de</strong> este estudiante, una cita que se<br />
habían puesto <strong>los</strong> dos para escuchar música, besarse y tener cierta<br />
intimidad a escondidas <strong>de</strong>l resto <strong>de</strong> la casa. El joven estaba borracho<br />
y la estaba esperando con otros propósitos. <strong>La</strong> presionó para que<br />
bebiera también y <strong>de</strong>spués se abalanzó sobre ella, la forzó a tener<br />
relaciones con él a <strong>los</strong> golpes, intimidándola, arrinconándola entre<br />
bofetones y patadas, hasta que ella, atemorizada, se rindió y lo <strong>de</strong>jó<br />
hacer lo que él quería. Luego la echó <strong>de</strong> la habitación y le dijo que lo<br />
<strong>de</strong>jara en paz porque tenía mucho sueño. Apenas nos enteramos <strong>de</strong><br />
lo sucedido, pusimos las <strong>de</strong>mandas correspondientes, pero el padre<br />
<strong>de</strong>l joven, que era un senador prestante, contrató a una oficina <strong>de</strong><br />
abogados y <strong>de</strong>strozaron y avergonzaron en un juicio a mi hermana:<br />
<strong>de</strong>mostraron que ella se le había insinuado; mostraron <strong>los</strong> rega<strong>los</strong><br />
que le hacía como prueba <strong>de</strong> un hostigamiento repetitivo; llamaron a<br />
atestiguar a otros vecinos que constataron que mi hermana lo<br />
buscaba, que preguntaba por él, que lo había ido a recoger incluso a<br />
la salida <strong>de</strong> sus clases un par <strong>de</strong> veces; <strong>los</strong> mismos testigos dijeron<br />
que ella solía meterse en la habitación <strong>de</strong> él a altas horas <strong>de</strong> la<br />
noche, y, finalmente, <strong>de</strong>mostraron que aquella noche ella estaba<br />
bebida y afirmaron que <strong>los</strong> moretones en sus piernas y brazos se<br />
<strong>de</strong>bían a tropezones que había tenido como consecuencia <strong>de</strong> la<br />
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