12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

mismo hombre empezando a per<strong>de</strong>r la paciencia y hurgando en mi<br />

camisa y mi chaqueta.<br />

Yo estaba como en trance, afectado todavía por el recuerdo <strong>de</strong> mi<br />

madre y <strong>de</strong> su agonía solitaria. Una culpa <strong>de</strong> la que no había sido<br />

consciente hasta ese día se <strong>de</strong>spertaba <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí por no haberla<br />

visitado en el hospital ni una sola vez, por no haberme <strong>de</strong>spedido <strong>de</strong><br />

ella, por no haberle dado un beso en su mejilla moribunda. Y ahora<br />

este par <strong>de</strong> atracadores me intimidaban poniéndome su arma en el<br />

pecho. ¿Morir? ¿Qué se creía este tipo, viejo, que me iba a asustar<br />

con algo que yo había <strong>de</strong>seado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño? ¿Con quién creía que<br />

estaba hablando este fulano? Estos pobres diab<strong>los</strong> no sabían que la<br />

vida, un bien preciado para la mayoría <strong>de</strong> las personas, era un fardo<br />

cuyo peso yo soportaba cada vez peor. Así que me incliné hacía el<br />

revólver, lo agarré con fuerza y me metí el cañón en la boca. Busqué<br />

afanosamente el gatillo e intenté dispararme ahí mismo, en la calle,<br />

mordiendo el cañón para que el hampón no pudiera sacarlo <strong>de</strong> mi<br />

boca. No pu<strong>de</strong> sostener la presión y el hombre logró zafarse <strong>de</strong> esa<br />

garra que lo atenazaba con <strong>de</strong>sesperación, se echó para atrás unos<br />

pasos, pálido, respirando por la boca, y me gritó enfurecido:<br />

—¡Loco hijueputa!<br />

Luego, él y su compinche echaron a correr hacia arriba, hacia la<br />

montaña. Los carros <strong>de</strong> la Carrera Décima rodaban hacia el norte sin<br />

darse cuenta <strong>de</strong> lo que acababa <strong>de</strong> pasar. <strong>La</strong> noche abrazó la ciudad<br />

y yo me quedó quieto, agachado, con las manos sobre las rodillas.<br />

—Mamá… —susurré.<br />

Esa misma noche saqué una fuerte suma <strong>de</strong> dinero <strong>de</strong>l cajero<br />

automático, me fui <strong>de</strong> juerga y me metí todo lo que pu<strong>de</strong>: varios<br />

pases <strong>de</strong> cocaína, tres porros bien tacados y dos botellas <strong>de</strong> vodka. El<br />

cuerpo no aguantó y se reventó. Terminé en el baño <strong>de</strong> Doll’s House<br />

con una hemorragia incontrolable que me escurría por las fosas<br />

nasales, vomitando un líquido ver<strong>de</strong> y espeso, y perdí el conocimiento<br />

arrodillado frente al inodoro. Me encontraron <strong>los</strong> meseros <strong>de</strong>l<br />

establecimiento y llamaron una ambulancia. <strong>La</strong>s chicas bajaban<br />

mantas <strong>de</strong> sus habitaciones y me arropaban con ellas. Yo temblaba<br />

como si estuviera a varios grados bajo cero expuesto a <strong>los</strong> rigores <strong>de</strong><br />

una tormenta <strong>de</strong> nieve. Recuerdo vagamente que me subieron a una<br />

camilla y que me metieron en la ambulancia entre frases cariñosas<br />

que me <strong>de</strong>cían las chicas:<br />

—Pilas, Alfonsín, no te vayas a morir.<br />

—No nos vayas a <strong>de</strong>jar viudas, mi amor.<br />

—Aquí te esperamos cuando te recuperes.<br />

www.lectulandia.com - Página 90

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!