12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

un Joven <strong>de</strong> mi edad me había dirigido la palabra y mucho menos<br />

tendido su mano para estrecharla con la mía. No supe qué contestar<br />

y me puse muy nervioso. Tu simpatía me <strong>de</strong>jó <strong>de</strong>sconcertado. ¿No me<br />

habías visto bien? ¿No te habías dado cuenta <strong>de</strong> que era un jorobado,<br />

un impedido físico? ¿Estabas ciego o qué?<br />

—¿Eres sordo? ¿Quieres que te escriba en una hoja lo que te acabo<br />

<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir? —dijiste con tu mano aún extendida.<br />

—No, no, perdona —me disculpé enseguida—. Es que no estoy<br />

acostumbrado a que me salu<strong>de</strong>n así. Por lo general, me miran raro o<br />

me insultan.<br />

Y te estreché la mano. ¡Ah, qué momento magnífico! Mí primer<br />

contacto real con otro ser humano que no fuera la abuela o el tío<br />

Humberto. <strong>La</strong> primera aproximación, el primer acercamiento. Me<br />

sentí como un astronauta conversando con un alienígena en la<br />

superficie anaranjada <strong>de</strong> un remoto planeta. Tal vez tú no te diste<br />

cuenta, pero yo te hablaba con un nudo <strong>de</strong> emoción en la garganta.<br />

—Me llamo Alfonso, Alfonso Rivas —dije con una dicha que me<br />

obligaba a tartamu<strong>de</strong>ar—. Es el apellido <strong>de</strong> mi madre porque a mi<br />

padre no lo conozco.<br />

Mi sinceridad te hizo soltar una carcajada y te sentaste a mi lado<br />

en las escalinatas.<br />

—No hace falta que lo conozcas. Por lo general, <strong>los</strong> hombres<br />

engendran hijos y <strong>de</strong>spués se marchan a seguir engendrando otros<br />

en otras partes.<br />

—¿Tú tampoco conoces a tu padre?<br />

—Se la pasa viajando por todo el país. Nunca está en casa. En el<br />

fondo es como si no lo conociera.<br />

—¿A qué casa acabas <strong>de</strong> mudarte?<br />

—<strong>La</strong> segunda <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la esquina, la que tiene un altillo. Hasta<br />

ahora estoy empezando a conocer el barrio.<br />

—Yo solo conozco lo que se ve <strong>de</strong>s<strong>de</strong> aquí. Me tienen prohibido<br />

salir.<br />

Así empezamos nuestra primera conversación. Ahora que escribo<br />

<strong>los</strong> diálogos, revivo cada instante, cada i<strong>de</strong>a, cada temblor que me<br />

invadía mientras te hablaba. No sabes cuántas veces había soñado yo<br />

con un amigo, con un otro que se acercara para po<strong>de</strong>r romper <strong>los</strong><br />

muros hasta ahora infranqueables <strong>de</strong> esa niñez solitaria y marginal.<br />

Y ahí estabas tú, con tu cabello largo y tu pinta tranquila e informal,<br />

hablando conmigo como si nada, como si mi <strong>de</strong>formidad física no<br />

existiera o no tuviera ninguna importancia para ti. Era increíble.<br />

Charlamos acerca <strong>de</strong> nuestras vidas tan distintas: tú estabas<br />

www.lectulandia.com - Página 29

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!