La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
grupo, <strong>de</strong> eso no había duda. Ahora un tipo como James era motivo <strong>de</strong><br />
risa. En cualquier momento, la realidad se daba la vuelta y él único que<br />
iba a quedar en pie iba a ser él.<br />
El amigo <strong>de</strong> Ana me acababa <strong>de</strong> dar un dato clave: Alfonso quería<br />
construir él mismo su embarcación. Por eso estudió la construcción <strong>de</strong>l<br />
barco <strong>de</strong> San Brendan por parte <strong>de</strong> Tim Severin. No porque estuviera<br />
pensando en navegar por aguas <strong>de</strong>l Atlántico, sino porque estaba tomando<br />
nota <strong>de</strong> cómo habían construido el barco para que soportara las corrientes<br />
heladas <strong>de</strong>l norte. Si eso era cierto, Alfonso tenía que estar en un puerto<br />
ecuatoriano terminando <strong>de</strong> construir su barco, y, mientras tanto, mientras<br />
ultimaba <strong>de</strong>talles, me estaba escribiendo las cartas a manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida.<br />
Así que había llegado el momento <strong>de</strong> buscarlo y <strong>de</strong> contratar a un<br />
especialista para ello.<br />
Entré a Internet y busqué oficinas <strong>de</strong> <strong>de</strong>tectives privados. <strong>La</strong>s páginas<br />
no eran seguras y el buscador advertía <strong>de</strong> riesgos <strong>de</strong> virus. A través <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />
clasificados <strong>de</strong>l periódico di con un <strong>de</strong>tective en el barrio 7 <strong>de</strong> Agosto<br />
llamado Frank Molina que prometía seriedad y profesionalismo. Esa<br />
misma noche lo llamé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> mi casa y le expliqué a gran<strong>de</strong>s rasgos <strong>de</strong> qué<br />
se trataba. Frank me dijo que buscar <strong>de</strong>saparecidos era mejor que seguir<br />
maridos o esposas infieles, pero más difícil. Me pidió, aparte <strong>de</strong> <strong>los</strong> gastos<br />
<strong>de</strong>l viaje, dos millones <strong>de</strong> pesos <strong>de</strong> entrada y dos millones más si llegaba a<br />
encontrar una pista segura, aunque Alfonso apareciera muerto al final. No<br />
tenía ninguna opción. Mis ahorros no eran muchos, pero podía pagar esa<br />
suma. Le pedí el nombre <strong>de</strong> su banco, su número <strong>de</strong> cuenta y le transferí<br />
enseguida la cifra por Internet, más un dinero extra para tiquetes y hotel.<br />
Por otro teléfono, Frank revisó su saldo y se sorprendió <strong>de</strong> que la plata ya<br />
estuviera ahí.<br />
—Eso sí es eficiencia, mi querido amigo —me dijo con una voz<br />
gutural que daba la sensación <strong>de</strong> estar trasnochado o borracho—. <strong>La</strong> plata<br />
ya llegó.<br />
—Espero que usted sea un tipo serio, Molina. Es un caso <strong>de</strong> vida o<br />
muerte.<br />
—<strong>La</strong> seriedad no garantiza que yo sea eficiente, señor Soler. No se<br />
afane. Mañana mismo viajo y empiezo a investigar en <strong>los</strong> hoteles y en <strong>los</strong><br />
registros <strong>de</strong> inmigración. Si don Alfonso está en ese país legalmente, no se<br />
podrá escapar.<br />
—Estaré muy pendiente. Me pue<strong>de</strong> llamar al celular, al hospital o a mi<br />
www.lectulandia.com - Página 136