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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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—Es cierto, no sé dón<strong>de</strong> está.<br />

—Tú eres la persona que me <strong>de</strong>jó sus cartas en el hospital. ¿De qué se<br />

trata todo esto?<br />

Claudia bajó la cabeza y me contestó sin mirarme a la cara:<br />

—No sé dón<strong>de</strong> está, te lo juro. Me llamó, me dijo que me iba a enviar<br />

unos documentos y que por favor <strong>los</strong> entregara en el hospital a nombre<br />

tuyo. Eso fue todo. No sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> llama ni tampoco sé qué hay <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> sobres. Nunca <strong>los</strong> abrí. Por favor, créeme…<br />

—Esos sobres iban <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> otros sobres que <strong>de</strong>ben tener estampillas<br />

o matasel<strong>los</strong> <strong>de</strong> correo. Y también <strong>de</strong>be estar el remitente.<br />

—No, no hay remitente. Yo me fijé bien. Y las estampillas son<br />

ecuatorianas, eso sí.<br />

—¿Los guardaste?<br />

—No, <strong>los</strong> arrojé a la caneca. No les di mayor importancia.<br />

—¿Y qué recibiste a cambio por hacerle ese favor?<br />

—Entre cada paquete venía bien camuflado un billete <strong>de</strong> cien dólares.<br />

Era para mí. No le vi problema a eso. No pensé que fuera nada ilegal, solo<br />

un favor a un viejo amigo y ya está. Te juro que te estoy diciendo la<br />

verdad.<br />

No, no es nada ilegal. Pero me mentiste y ya no puedo confiar en ti.<br />

Nunca la llamé ni la volví a ver. Salí a la calle agotado, como si<br />

acabara <strong>de</strong> correr una maratón completa y tiré la tarjeta con su número <strong>de</strong><br />

celular en un bote público <strong>de</strong> basura. Estaba harto <strong>de</strong> <strong>los</strong> laberintos y<br />

misterios trazados por un psicópata para que yo me perdiera en el<strong>los</strong> y al<br />

final el Minotauro me alcanzara y me cortara la cabeza. Luego tomé un<br />

taxi y regresé a mi casa con una <strong>de</strong>presión súbita que me hundía entre<br />

arrepentimientos y culpas mezcladas: Alfonso, Fanny, Claudia, yo. ¿Qué<br />

carajo era lo que me estaba pasando? ¿Era esto un juego <strong>de</strong> espejos<br />

contrapuestos? ¿Estaba enamorado <strong>de</strong> Fanny hasta el punto <strong>de</strong> bloquearme<br />

sexualmente con otras mujeres y solo <strong>de</strong>searla a ella y a nadie más?<br />

¿Cómo había terminado yo enredado con las mujeres que habían tenido<br />

víncu<strong>los</strong> amorosos con Alfonso? ¿Era cierto que solo <strong>de</strong>seamos a través<br />

<strong>de</strong>l <strong>de</strong>seo <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros? ¿Era toda esta historia un plan preconcebido en la<br />

mente enferma <strong>de</strong> un jorobado cuya insania saltaba a la vasta? Esa noche<br />

soñé con un corredor largo y estrecho por el que yo <strong>de</strong>ambulaba a ciegas.<br />

Alfonso, abrazado a Fanny y a Claudia, se reía <strong>de</strong> mi torpeza y gritaba<br />

entre carcajadas: “Está perdido, mírenlo, no va a encontrar la salida”.<br />

www.lectulandia.com - Página 123

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