12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Quería pedirte un favor enorme. Voy a empezar a estudiar con<br />

un amigo y necesito un cua<strong>de</strong>rno. Si acaso llegas a tener uno que te<br />

sobre o que ya no necesites, te agra<strong>de</strong>cería que me lo regalaras.<br />

<strong>La</strong> chica se conmovió por mi actitud tan directa y sincera. Me<br />

abrió la puerta enseguida y me dijo que pasara, que claro que sí, que<br />

había varios cua<strong>de</strong>rnos <strong>de</strong>l semestre pasado que estaban usados solo<br />

a medias. Arrancó las páginas que necesitaba y me <strong>los</strong> entregó.<br />

También me alistó varios lápices y dos esferos nuevos, y me <strong>los</strong><br />

entregó con una sonrisa.<br />

—Gracias. Si puedo hacer algo por ti, no du<strong>de</strong>s en <strong>de</strong>círmelo —le<br />

dije mientras salía <strong>de</strong> su habitación para regresar a la mía.<br />

En la primera página <strong>de</strong> <strong>los</strong> tres cua<strong>de</strong>rnos que me dio mi vecina<br />

escribí mi nombre, mi dirección y mi teléfono, como si a la mañana<br />

siguiente me esperara mi primer día <strong>de</strong> colegio. Luego apagué la luz y<br />

recuerdo que me quedé dormido pensando en qué te irían a <strong>de</strong>cir a ti<br />

en tu casa cuando supieran que estabas haciendo amistad con un<br />

lisiado, con un impedido físico que apenas podía caminar erguido, con<br />

un monstruo.<br />

<strong>La</strong> tar<strong>de</strong> siguiente estuve nervioso y miraba constantemente el<br />

reloj que mi abuela tenía en la cocina. Tú habías dicho al <strong>de</strong>spedirte<br />

“a la misma hora”, así que estuve muy pendiente <strong>de</strong>l paso <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

minutos y me daba la impresión <strong>de</strong> que el segun<strong>de</strong>ro se atascaba y<br />

no avanzaba con celeridad. Cuando llegó la hora exacta, salí a las<br />

escaleras <strong>de</strong> la entrada y me senté a esperarte. No te vi por ninguna,<br />

parte y empecé a angustiarme. Me dije que si no aparecías era<br />

apenas normal. Lo más seguro es que hubieras recapacitado: una<br />

tar<strong>de</strong> con el jorobado <strong>de</strong> la Calle 42 estaba bien como para pasar el<br />

aburrimiento, pero ya una amistad era una locura. ¿A quién se le<br />

ocurriría acercarse a un bicho tan raro? Por un momento extrañé a<br />

mis amigos insectos y empecé a sospechar que me había apresurado<br />

al <strong>de</strong>spedirme <strong>de</strong> el<strong>los</strong>. Y justo entonces apareciste por la esquina con<br />

mi morral al hombro que te hacía caminar inclinado. Cuando me<br />

viste <strong>de</strong>s<strong>de</strong> lejos, sonreíste y me saludaste con la mano levantada. Yo<br />

repetí el gesto y sentí que el corazón se me iba a salir <strong>de</strong>l pecho. Allí<br />

estabas, cumpliendo la cita, no podía ser. Era verdad, tenía un amigo<br />

y mi vida ya nunca volvería a ser igual. Cruzaste el panqué con<br />

dificultad y, cuando llegaste frente a mí, <strong>de</strong>scargaste el morral en el<br />

suelo.<br />

—Quihubo, Alfonso, casi no llego. Esto pesa una, barbaridad —dijiste<br />

con una mano en la frente para limpiarte el sudor.<br />

—¿Qué traes ahí?<br />

www.lectulandia.com - Página 31

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!