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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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teléfono y que él no tenía la menor intención <strong>de</strong> regresar a la zona <strong>de</strong><br />

tolerancia. Estaba concentrado en otra cosa: planeaba un viaje muy largo<br />

en el que, según él, invertiría mucho tiempo. No quería per<strong>de</strong>r sus<br />

objetivos gastando energía en cuestiones que ya no le interesaban. Claudia<br />

intentó citarlo varias veces a almorzar o a comer en un sitio público, pero<br />

Alfonso se resistió y dijo que no.<br />

—Me imagino que yo le recordaba todo ese pasado que tanto le<br />

<strong>de</strong>sagradaba —dijo ella con cierta tristeza—. Entendí que quisiera alejarse<br />

<strong>de</strong> mí, pero era una época en la que yo me sentía muy sola y no tenía<br />

amigos. Solo a él. Necesitaba conversar con alguien. Por eso lo busqué<br />

tanto.<br />

Claudia encontró la dirección <strong>de</strong> la vieja casa <strong>de</strong> la Calle 42 y una<br />

tar<strong>de</strong> se <strong>de</strong>cidió a timbrar y a preguntar por él. Hermelinda, la empleada<br />

<strong>de</strong> confianza <strong>de</strong> Alfonso, le abrió la puerta y le pidió que esperara, por<br />

favor, que ya le avisaba al señor. Alfonso no la recibió muy bien. <strong>La</strong> hizo<br />

seguir a su apartamento en el tercer piso, en la buhardilla <strong>de</strong> la casa y<br />

Claudia se sintió intimidada por la extrañeza <strong>de</strong>l lugar: por todas partes<br />

había recortes <strong>de</strong> cuadros y fotografías y dibujos <strong>de</strong> barcos y tormentas<br />

marítimas. <strong>La</strong>s pare<strong>de</strong>s y el techo estaban tapizados <strong>de</strong> escenas <strong>de</strong><br />

navegación, incluso las puertas. Alfonso la invitó a sentarse a una mesita y<br />

le habló sin mediación alguna, como si ella no estuviera allí y él<br />

continuara con un monólogo en voz alta que había interrumpido. Se refirió<br />

a un monje llamado San Brendan, un místico que había navegado <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

Irlanda y que era el verda<strong>de</strong>ro <strong>de</strong>scubridor <strong>de</strong> América, el primer marino<br />

sobre el cual había un viaje documentado a través <strong>de</strong>l Atlántico hasta<br />

nuestro continente. Claudia no entendió nada y pensó que Alfonso estaba<br />

completamente loco. Recordó el nombre <strong>de</strong>l monje porque Alfonso se lo<br />

repitió varias veces y porque le mostró unas fotografías <strong>de</strong>l diseño <strong>de</strong>l<br />

barco que el místico había utilizado para su hazaña. Desplegados en el<br />

piso, sobre la mesita y sobre la cama sin ten<strong>de</strong>r, había una cantidad <strong>de</strong><br />

mapas y cartas marítimas con ciertos puntos resaltados con marcadores <strong>de</strong><br />

colores: islas, meridianos, arrecifes peligrosos, costas caribeñas<br />

subrayadas. Ella sintió miedo y lo único que quería era salir <strong>de</strong> allí cuanto<br />

antes y no volver. Buscó un pretexto, le dijo que era grato volver a saber<br />

<strong>de</strong> él y huyó <strong>de</strong>spavorida por las escaleras hasta encontrar la puerta <strong>de</strong><br />

salida y pisar el andén. Solo cuando estuvo afuera, en la calle, se sintió<br />

segura.<br />

www.lectulandia.com - Página 120

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