12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Me vestí con rapi<strong>de</strong>z para ocultar esas formas groseras que tanto<br />

me avergonzaban, saqué el doble <strong>de</strong> lo que le había pagado<br />

inicialmente a Claudia, y se lo entregué sin pensarlo dos veces:<br />

—Sé que con esto no alcanzo a pagarte lo que hiciste por mí —le<br />

dije invadido por una gratitud que no sabía cómo expresarle.<br />

—Gracias —dijo ella enternecida—. Eres una persona muy <strong>de</strong>cente.<br />

A partir <strong>de</strong> ese día, otro vicio se sumó al primero: el sexo. No supe<br />

cómo <strong>de</strong>tener esa máquina insaciable que siempre pedía más y más.<br />

Durante unas semanas, mi única amante fue Claudia. Solo con ella<br />

adquiría la confianza suficiente en mí mismo como para irme a la<br />

cama. Pero <strong>de</strong>spués, en la medida en que empezaron a reconocerme<br />

y a saludarme, las otras mujeres se me convirtieron en una obsesión.<br />

Sabían que yo tenía algo <strong>de</strong> dinero, que no era un hombre brusco ni<br />

vulgar, que tenía buen humor y que las trataba con respeto e incluso<br />

afecto. Eso me creó una buena reputación <strong>de</strong> cliente inofensivo,<br />

generoso y simpático, que en el fondo es lo que más valoran las<br />

mujeres que trabajan en estos negocios. Entré con una y con la otra,<br />

aquí aprendía la ternura, allá la agresividad y la pasión<br />

<strong>de</strong>senfrenada. Cada una <strong>de</strong> ellas me enseñaba algo y me mostraba la<br />

riqueza infinita <strong>de</strong> mis sentidos. Y el alcohol, compañero sin igual, me<br />

iba conduciendo por <strong>los</strong> caminos prohibidos en <strong>los</strong> cuales suelen<br />

per<strong>de</strong>rse aquel<strong>los</strong> que exploran las zonas más tenebrosas <strong>de</strong> la<br />

condición humana.<br />

Los arriendos iban bien. Amplié una parte <strong>de</strong>l primer piso y la<br />

convertí en un aparta-estudio, alquilé el apartamento <strong>de</strong> mi tío en el<br />

segundo piso y el antiguo garaje don<strong>de</strong> Humberto solía armar y<br />

<strong>de</strong>sarmar su Renault 6 lo transformé en una habitación más con<br />

puerta in<strong>de</strong>pendiente a la calle. <strong>La</strong> casa marchaba bien, el que iba<br />

mal era el dueño.<br />

En un principio solía visitar la zona <strong>de</strong> tolerancia solo dos días a<br />

la semana: el jueves y el viernes. El fin <strong>de</strong> semana <strong>de</strong>scansaba <strong>de</strong> las<br />

borracheras y <strong>de</strong> las noches <strong>de</strong> sexo ininterrumpido. Pero el cuerpo<br />

me pedía más y mis finanzas me alcanzaban para correr aún ciertos<br />

riesgos que me otorgaran esa dicha que buscaba afanosamente. Sumé<br />

el sábado también. Eso significaba que, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el jueves en las horas<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> hasta el Domingo en la mañana, yo estaba <strong>de</strong> juerga,<br />

bebiendo como un cosaco y durmiendo apenas tres o cuatro horas<br />

por noche, acostándome con cinco o seis mujeres durante <strong>los</strong> tres<br />

días, comiendo lo justo para recuperar energías y bailando y<br />

divirtiéndome sin pensar en nada más que en ese presente<br />

fascinante al que me habían inducido mis leales compañeras: las<br />

www.lectulandia.com - Página 85

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!