12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

agentes confesó más tar<strong>de</strong> que cuando escucharon música heavy<br />

metal y vieron a <strong>los</strong> jóvenes con gabardinas negras bebiendo sangre<br />

en copas <strong>de</strong> cristal, el pánico les impidió adueñarse <strong>de</strong> la situación y<br />

acudieron a sus armas. Ana recibió un disparo en la cabeza, en el<br />

parietal <strong>de</strong>recho. Cayó fulminada y murió a <strong>los</strong> pocos minutos. Me<br />

enteré por el periódico que llegaba a la clínica y por las noticias <strong>de</strong> la<br />

televisión en las horas <strong>de</strong> la noche. Estuve varios días <strong>de</strong>primido y<br />

nunca como entonces extrañé mis dosis <strong>de</strong> cocaína para<br />

contrarrestar esos estados <strong>de</strong> ánimo que me hacían fantasear con el<br />

suicidio y la <strong>de</strong>saparición.<br />

En la mitad <strong>de</strong>l tercer mes, cuando solo me hacían falta dos<br />

semanas para terminar el tratamiento, una <strong>de</strong> las enfermeras me<br />

dijo que afuera había una señorita preguntando por mí. Pensé que<br />

era la hermana <strong>de</strong> Ana o alguna <strong>de</strong> sus amigas más cercanas. Salí<br />

preguntándome <strong>de</strong> quién se trataría. Cuál no sería mi sorpresa<br />

cuando, sentada en la sala <strong>de</strong> espera, vi a Claudia, la prostituta con<br />

la que yo me había acostado por primera vez y con quien seguí<br />

guardando <strong>de</strong>spués una buena amistad. <strong>La</strong> abracé con fuerza. <strong>La</strong><br />

verdad es que su visita me venía muy bien. <strong>La</strong> noticia <strong>de</strong> la muerte<br />

<strong>de</strong> Ana me tenía en muy mal estado.<br />

—¿Cómo llegaste hasta aquí? —le dije sosteniéndola aún por <strong>los</strong><br />

hombros.<br />

—Pregunté en tu casa, le dije a tu empleada que yo era tu mejor<br />

amiga, hasta que por fin accedió a darme el nombre <strong>de</strong> la institución<br />

don<strong>de</strong> estabas —me explicó ella mirándome con afecto.<br />

—¿Yo te di el número <strong>de</strong> mi casa?<br />

—Una noche, muy borracho. Yo lo guardé siempre.<br />

—No sabes cuánto te agra<strong>de</strong>zco que te hayas tomado el trabajo <strong>de</strong><br />

venir a visitarme —le confesé muy conmovido por su lealtad—. Ya<br />

estoy aburrido <strong>de</strong> este encierro.<br />

<strong>La</strong> invité a la cafetería y nos sentamos a conversar frente a dos<br />

vasos <strong>de</strong> jugo <strong>de</strong> fruta. Se le veían unas ojeras muy marcadas y la<br />

fatiga le ensombrecía las mejillas y la barbilla.<br />

—No pensé que me estimaras tanto —le confesé a bocajarro.<br />

—¿Crees que porque trabajaba en ese sitio no tengo sentimientos?<br />

—dijo ella, ofendida por mi comentario.<br />

—No me malinterpretes. Me refiero a que en esos lugares se crean<br />

víncu<strong>los</strong> efímeros, <strong>de</strong> rumba, mientras dura la fiesta. Después cada<br />

quien <strong>de</strong>be regresar a la vida real y se olvida <strong>de</strong> <strong>los</strong> <strong>de</strong>más.<br />

—Pero contigo fue diferente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento. Nos hicimos<br />

amigos <strong>de</strong> verdad. Luego cada quien se acostó con quien quiso, pero<br />

www.lectulandia.com - Página 96

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!