12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

conducir mi vida hacia don<strong>de</strong> mis lecturas me indicaban, lo que hice<br />

fue exactamente lo contrario: me arrastré por el fango <strong>de</strong> mi propia<br />

miseria y chapoteé como un cerdo entre la inmundicia <strong>de</strong> mis bajas<br />

pasiones. Me da pena contarte lo que sigue, viejo, pero, si quiero ser<br />

honesto <strong>de</strong> verdad, <strong>de</strong>bo hacerlo para que entiendas el proceso<br />

completo.<br />

Como Batman cuando ingresa al asilo Arkham para enfrentar a<br />

sus propios <strong>de</strong>monios en medio <strong>de</strong> una atmósfera enrarecida y<br />

agobiante, así tuve yo también que <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r al infierno que se<br />

escondía muy <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí mismo.<br />

No me convertí en ningún héroe, todo lo contrario, empecé el<br />

camino <strong>de</strong> la sordi<strong>de</strong>z y la <strong>de</strong>gradación. Una cosa es lo que uno <strong>de</strong>sea<br />

para sí mismo y otra muy distinta lo que uno es. Y, entre la realidad<br />

y el <strong>de</strong>seo, la brecha que <strong>los</strong> separa se llama infierno.<br />

Como te confesé unos párrafos atrás, yo era virgen y me<br />

consumía en alucinaciones eróticas y en sueños concupiscentes y<br />

lujuriosos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que me levantaba hasta la noche, cuando ya metido<br />

en mi cama, cumplía mi última masturbación para po<strong>de</strong>r poner mi<br />

cabeza en la almohada y <strong>de</strong>scansar. Un día me dije que ya estaba<br />

harto <strong>de</strong> esa situación tan penosa. Si era posible pagar para<br />

conseguir algo <strong>de</strong> placer, pues lo que <strong>de</strong>bía hacer era acercarme a la<br />

zona <strong>de</strong> tolerancia, buscar una profesional y contratarla para que<br />

entrara en algún motel y me enseñara la fórmula para salir <strong>de</strong> mí<br />

mismo. Sabía que mi figura sería motivo <strong>de</strong> risas y <strong>de</strong> burlas para las<br />

cuales <strong>de</strong>bía ir preparado. Pero tar<strong>de</strong> o temprano alguna <strong>de</strong> ellas<br />

aceptaría mi dinero y me rescataría <strong>de</strong> ese onanismo <strong>de</strong>structivo.<br />

Debo aclararte antes que las rentas <strong>de</strong> la casa me <strong>de</strong>jaban un dinero<br />

mensual extra, una buena suma que no sabía en qué gastar. Como<br />

nunca había manejado dinero, me <strong>de</strong>scontrolé y no supe qué hacer la<br />

primera vez que tuve unos billetes libres. Mi atuendo seguía siendo<br />

mo<strong>de</strong>sto y mi austeridad provenía, quizás, <strong>de</strong> una baja autoestima:<br />

no creía que yo valiera gran cosa y entonces no gastaba un peso en<br />

mí. Eso me permitió recorrer la zona <strong>de</strong> tolerancia tranquilo, con un<br />

buen fajo <strong>de</strong> billetes entre el bolsillo, listo para atacar apenas me<br />

dieran una oportunidad, como un cazador al acecho buscando su<br />

presa en la mitad <strong>de</strong> una jungla <strong>de</strong> mujeres con minifaldas,<br />

pantalones ajustados, tacones y blusas escotadas.<br />

Lo primero que hice fue <strong>de</strong>ambular <strong>de</strong> una calle a otra, caminar,<br />

mirar, arrastrar mi joroba <strong>de</strong> esquina en esquina hasta <strong>de</strong>tectar<br />

aquellas mujeres que me gustaban, que por un aspecto u otro (<strong>los</strong><br />

ojos, las ca<strong>de</strong>ras, <strong>los</strong> senos) me atraían sobremanera. Pero no me<br />

www.lectulandia.com - Página 82

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!