12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Ven, ven, sal <strong>de</strong> aquí —me or<strong>de</strong>nó la chica sacándome a las<br />

malas.<br />

Yo empecé a correr <strong>de</strong> regreso a mi cuarto. No quería ver a nadie<br />

ni hablar con nadie. Durante toda la noche repasé la vida <strong>de</strong> mi tío y<br />

me pareció evi<strong>de</strong>nte su homosexualismo. Nunca le habíamos visto<br />

una novia o una amiga y el trato hacia <strong>los</strong> muchachos <strong>de</strong> la casa era<br />

mucho más gentil y tolerante que hacia las mujeres. Yo se lo atribuía<br />

a la solidaridad masculina, a una especie <strong>de</strong> complicidad entre<br />

varones. No, era parte <strong>de</strong> su opción sexual, se sentía atraído por el<strong>los</strong><br />

y no por ellas. Como siempre, el paisaje está ahí, frente a nuestros<br />

ojos, pero uno se empeña en verse la suela <strong>de</strong> <strong>los</strong> zapatos.<br />

En las semanas siguientes no me dirigí la palabra con Humberto y<br />

cambié mis horarios para no tener que encontrármelo en las<br />

comidas. <strong>La</strong> empleada me servía dos horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo establecido<br />

o yo mismo bajaba a la cocina, me calentaba mis alimentos y comía<br />

allí mismo, sentado en una butaca <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra.<br />

Finalmente, mí tío no aguantó la vergüenza (me imagino que era<br />

una doble vida que le venía haciendo daño <strong>de</strong>s<strong>de</strong> siempre) y una<br />

mañana <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> la casa con su joven amante. Se fugaron<br />

juntos y en un sobre sellado me <strong>de</strong>jó con la empleada una carta<br />

breve y unas escrituras <strong>de</strong> la casa firmadas por él. Me <strong>de</strong>cía que su<br />

vida había sido un infierno, que tanto mi madre como mi abuela lo<br />

habían perseguido <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño por esa razón, lo habían sojuzgado<br />

hasta el punto <strong>de</strong> humillarlo y <strong>de</strong> reírse <strong>de</strong> él, y que incluso la abuela,<br />

en un alar<strong>de</strong> <strong>de</strong> su ignorancia sin remedio, había llegado a contratar<br />

a un sacerdote para exorcizarlo, creyendo que se trataba <strong>de</strong> una<br />

posesión <strong>de</strong>moníaca. En realidad, aseguraba Humberto, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> joven<br />

se había sentido un <strong>de</strong>lincuente, un tipo enfermo y pecaminoso, y ya<br />

no podía más. Tenía <strong>de</strong>recho a luchar por su felicidad. Así que se<br />

había ido en pos <strong>de</strong> esa dicha tanto tiempo anhelada. Tenía ahorros<br />

suficientes y pensaban con su novio poner una empresa juntos en<br />

otra ciudad. Me <strong>de</strong>jaba las escrituras <strong>de</strong> la casa firmadas, me daba<br />

instrucciones <strong>de</strong> cómo tenía que legalizarlas en una notaría y me<br />

<strong>de</strong>seaba toda la suerte <strong>de</strong>l mundo. Estaba seguro <strong>de</strong> que la renta <strong>de</strong><br />

la casa me daría dinero suficiente para estudiar una carrera.<br />

Terminaba diciendo:<br />

“Siento mucho no darte un abrazo <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

tu actitud <strong>de</strong> estas semanas no me atrevo a acercarme a ti. No<br />

olvi<strong>de</strong>s que siempre te quise. No fui el mejor tío <strong>de</strong>l mundo, pero creo<br />

que tampoco el peor. Ahora intentemos ser felices cada uno por<br />

caminos diferentes. Te abraza, tu tío Humberto”.<br />

www.lectulandia.com - Página 73

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!