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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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pared (lo usaba como arma <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa), pedí una botella <strong>de</strong><br />

aguardiente, una soda, varios limones partidos y me puse a mirar al<br />

resto <strong>de</strong> la clientela con actitud <strong>de</strong>spistada: obreros, oficinistas <strong>de</strong><br />

segunda, ladronzue<strong>los</strong> que celebraban algún atraco o algún robo a<br />

una resi<strong>de</strong>ncia. No toqué el trago que la mesera me había servido en<br />

una copa y solo bebí <strong>de</strong> la botella <strong>de</strong> soda. Cuéllar llegó a las diez y<br />

diez y cuando quiso tomar su mesa la encontró ocupada.<br />

—Por favor, permítame invitarle un trago —le dije levantando la<br />

botella—. No hay nada más aburrido que beber solo.<br />

—No, muchas gracias —respondió él con una voz gutural, y se<br />

sentó en la mesa vecina, que estaba <strong>de</strong>socupada.<br />

Dejé pasar un rato y ocasionalmente le servía un trago a alguna<br />

<strong>de</strong> las muchachas para que el aguardiente <strong>de</strong> la botella fuera bajando<br />

y nadie se diera cuenta <strong>de</strong> que yo no estaba bebiendo sino soda. A<br />

medianoche, Cuéllar, ya borracho, se levantó a orinar. Cuando<br />

regresó, le dije en un tono <strong>de</strong> complicidad alcohólica, como si todos<br />

<strong>los</strong> borrachos hablaran el mismo idioma:<br />

—Qué sería <strong>de</strong> uno sin el aguardiente. Es el mejor <strong>de</strong> <strong>los</strong> amigos…<br />

—Así es, señor —contestó Cuéllar sin romper <strong>de</strong>l todo su actitud<br />

reservada y silenciosa.<br />

—Perdí a mi mujer y a mi hijo hace poco —dije mirando el suelo y<br />

manteniendo la distancia para no asustarlo—. No hay nada más bello<br />

que el embarazo <strong>de</strong> la mujer que uno ama, saber que ahí a<strong>de</strong>ntro<br />

viene una vida que es sangre <strong>de</strong> mi sangre, un ser que tiene mis ojos,<br />

que se sonríe como yo, que comparte ciertos gustos, que actúa como<br />

yo. Un hijo es una experiencia que no tiene comparación a ninguna<br />

otra. ¿Tiene usted familia, caballero?<br />

—No tengo la fortuna. Creo que tengo un hijo, pero no sé dón<strong>de</strong><br />

está —dijo Cuéllar lacónicamente.<br />

—Le recomiendo que se enamore, que se case y que vuelva a tener<br />

uno. Jamás se arrepentirá. O que busque a su hijo y hable con él.<br />

—Creo que ya es tar<strong>de</strong>. Debe ser un hombre hecho y <strong>de</strong>recho. No<br />

estuve jamás a su lado, <strong>los</strong> abandoné a él y a su madre durante el<br />

embarazo.<br />

—Nunca es tar<strong>de</strong>. Búsque<strong>los</strong>, hable con el<strong>los</strong>, explíqueles qué fue lo<br />

que le pasó. Yo puedo <strong>de</strong>cir que fui feliz gracias a mi mujer y a mi<br />

hijo. Pero se murieron ambos en un acci<strong>de</strong>nte, y ahora no me hallo,<br />

no sé qué hacer con mi existencia, me siento muerto en vida. Todos<br />

<strong>los</strong> días pienso en morirme. Solo el aguardiente me mantiene en pie.<br />

Le di un trago <strong>de</strong> mi botella y Cuéllar lo aceptó. Luego aceptó otro<br />

y otro. Cuando salió <strong>de</strong>l bar, estaba más borracho que <strong>de</strong> costumbre.<br />

www.lectulandia.com - Página 164

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