La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
perspectiva psiquiátrica quién sabe qué análisis le habrás hecho. Mi<br />
obsesión con el mar y la aventura no tiene nada que ver con el ego<br />
<strong>de</strong>l que se cree superior, con el narcisismo que <strong>de</strong> pronto aflora en un<br />
acomplejado como yo. No creo que se trate <strong>de</strong> eso, viejito. Entiendo<br />
que hay una contradicción <strong>de</strong> fondo, no soy tan bruto como para no<br />
verla: ¿Cómo es posible que un enclenque jorobado y contrahecho se<br />
crea un héroe, se compare con Aquiles o con Magallanes y esté<br />
convencido <strong>de</strong> que es capaz <strong>de</strong> ejecutar gran<strong>de</strong>s empresas? ¿No es<br />
ese sueño una forma <strong>de</strong> equilibrar toda su mala fortuna, <strong>de</strong> intentar<br />
subsanar su enfermedad y su baja autoestima? Tal vez, no lo sé.<br />
Pero, con toda honestidad, creo que se trata <strong>de</strong> otra cosa.<br />
<strong>La</strong>s personas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muy niñas, sienten <strong>los</strong> llamados <strong>de</strong> lo que<br />
más a<strong>de</strong>lante será su vida como adultos. Hay una serie <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as y <strong>de</strong><br />
<strong>de</strong>seos infantiles que <strong>de</strong>finen nuestro futuro como adolescentes y<br />
<strong>de</strong>spués como mayores <strong>de</strong> edad. Des<strong>de</strong> esa época se manifiesta, en<br />
algunos niños, lo que llaman el Factor Ulises, que correspon<strong>de</strong> a una<br />
manera <strong>de</strong> ser especial, alejada <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros, con ten<strong>de</strong>ncia a <strong>los</strong><br />
riesgos y a traspasar <strong>los</strong> límites, introspectiva, aventurera, que no<br />
pue<strong>de</strong> adaptarse con facilidad a las reglas comunitarias. Mi psicología<br />
siempre fue así, el problema es que mi cuerpo no me ayudaba, no me<br />
favorecía. ¿Sí entien<strong>de</strong>s? Yo soy dos individuos: uno <strong>de</strong>l cuello para<br />
arriba y otro <strong>de</strong>l cuello para abajo. Mi cabeza tiene una forma <strong>de</strong><br />
pensar que no se correspon<strong>de</strong> con el cuerpo que me tocó.<br />
Ese es el dilema, el conflicto. Ojalá yo hubiera tenido una manera<br />
<strong>de</strong> ser religiosa, bondadosa, humil<strong>de</strong>, caritativa, tierna. Hubiera sido<br />
perfecto para un lisiado. Pero no, si te fijas bien, en las cartas que te<br />
he enviado hay escenas raras que no encajan con un hombre como<br />
yo: mi vida como alcohólico y drogadicto, mi adicción al sexo, la<br />
paliza que le propiné a mi vecino en la casa, la otra golpiza que le di<br />
a mi propio padre en la calle. Si lo piensas con cuidado, el solo hecho<br />
<strong>de</strong> salir <strong>de</strong> noche y <strong>de</strong> meterse en la zona <strong>de</strong> tolerancia implica cierto<br />
grado <strong>de</strong> templanza, <strong>de</strong> confianza en sí mismo. ¿Y sabes qué? Nunca<br />
me atracaron, nunca me robaron. Cuando pasaban junto a mí <strong>los</strong><br />
vagos y ladrones callejeros, sentían mi agresividad, mi carácter<br />
dispuesto a todo, mi fortaleza interior. Estaba listo a batirme con el<br />
que fuera con mi bastón como arma <strong>de</strong> legítima <strong>de</strong>fensa. Y <strong>los</strong> tipos<br />
sentían esa disposición a la agresividad en la atmósfera que me<br />
ro<strong>de</strong>aba, la olían (porque son como perros) y se alejaban y me<br />
<strong>de</strong>jaban en paz.<br />
Recuerda bien que <strong>de</strong> niños, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> nuestra primera pelea en el<br />
Parque Nacional, yo nunca salí corriendo ni supliqué clemencia ni me<br />
www.lectulandia.com - Página 169