La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
don<strong>de</strong> solía parquear el carro. <strong>La</strong>s recientes frases <strong>de</strong> Augusto en el Club<br />
<strong>de</strong> Veleros <strong>de</strong> Barlovento me llegaron en toda su intensidad:<br />
Del útero al barco, <strong>de</strong>l líquido amniótico al gigantesco océano don<strong>de</strong><br />
buscamos cumplir aventuras que nos lancen más allá <strong>de</strong> nosotros mismos, como<br />
cuando <strong>de</strong>cidimos salir por la vagina y enfrentar un elemento <strong>de</strong>sconocido. Todo<br />
aventurero rememora la máxima prueba: nacer, ir más allá, cruzar,<br />
extralimitarse. Navegamos en realidad para conquistar estados mentales<br />
<strong>de</strong>sconocidos <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> nosotros mismos.<br />
¿Era Alfonso el ejemplo perfecto <strong>de</strong> la teoría <strong>de</strong> Augusto? ¿Estaba<br />
Alfonso preparando su gran viaje <strong>de</strong> retorno al útero, el único lugar en el<br />
que había sido auténticamente feliz, el lugar <strong>de</strong>l que no <strong>de</strong>bió salir jamás?<br />
Aunque la verda<strong>de</strong>ra pregunta era: ¿<strong>de</strong>s<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> estaba preparando ese<br />
viaje? ¿En qué puerto <strong>de</strong>l mundo se encontraba mi amigo alistándose para<br />
convertirse por fin en uno <strong>de</strong> <strong>los</strong> aventureros <strong>de</strong> sus historias <strong>de</strong><br />
adolescencia? ¿Y cómo hacía para hacerme llegar sus cartas sin matasel<strong>los</strong><br />
<strong>de</strong> correo? ¿A quién se las entregaba para que <strong>de</strong>spués esa persona las<br />
<strong>de</strong>jara en el hospital don<strong>de</strong> yo trabajaba? ¿Quién era ese intermediario o<br />
esa intermediaria fantasma que no <strong>de</strong>jaba ninguna huella <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> sí?<br />
¿Quién era el tercer vértice <strong>de</strong>l triángulo?<br />
En una rápida investigación di con el psiquiatra que había tratado a<br />
Alfonso durante su tratamiento <strong>de</strong> <strong>de</strong>sintoxicación: mi colega Bernardo<br />
Rojas. Le mandé por fax las cartas <strong>de</strong> Alfonso y nos entrevistamos en dos<br />
oportunida<strong>de</strong>s para conversar sobre mi viejo amigo <strong>de</strong> infancia. Bernardo<br />
lo recordaba como un tipo muy inteligente, sagaz, con la capacidad<br />
suficiente como para observarse a sí mismo y sacar conclusiones sobre sus<br />
propios procesos. Me aseguró que tratarlo había sido un placer y que el<br />
resultado saltaba a la vista: no había vuelto a consumir alcohol ni drogas.<br />
No sabía nada sobre su vida sexual, pero estaba seguro <strong>de</strong> que el paciente<br />
estaba al otro lado <strong>de</strong> la línea, a salvo <strong>de</strong> sus adicciones. El problema ya<br />
no era ese, sino un tema más profundo que preocupaba a Bernardo y que<br />
era quizás el origen <strong>de</strong> esas dos cartas: unas obsesiones, unos estados<br />
<strong>de</strong>lirante que acercaban a Alfonso a brotes sicóticos en <strong>los</strong> cuales perdía<br />
su i<strong>de</strong>ntidad. Durante <strong>los</strong> tres meses <strong>de</strong> reclusión, mi colega le había<br />
pedido que escribiera acerca <strong>de</strong> esas visiones, <strong>de</strong> esos trances en <strong>los</strong> que<br />
era otro. Y me mandó, también por fax, copia <strong>de</strong> esos escritos.<br />
Según parece, <strong>los</strong> primeros días sin consumir alcohol ni sustancias<br />
www.lectulandia.com - Página 114