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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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porque en realidad soñaba con alguien que lo <strong>de</strong>spidiera en el puerto <strong>de</strong><br />

salida o alguien que lo abrazara en el puerto <strong>de</strong> llegada. Nos alejamos o<br />

nos acercamos, pero siempre en relación a <strong>los</strong> otros, siempre con <strong>los</strong> otros<br />

como referencia. Lo cierto es que parecía que Fanny había dado en la<br />

clave cuando me contó acerca <strong>de</strong> sus obsesiones con el mar y con la<br />

posibilidad <strong>de</strong> que él estuviera en ese momento en algún puerto<br />

preparando el gran viaje <strong>de</strong> su vida.<br />

Entre <strong>los</strong> datos que encontré en la clínica don<strong>de</strong> Bernardo lo había<br />

recluido para su tratamiento, hubo uno que me llamó la atención: que la<br />

única visita que había recibido, la <strong>de</strong> su amiga Claudia Estupiñán, había<br />

quedado registrada en el libro <strong>de</strong> entradas y salidas con la cédula <strong>de</strong> ella y<br />

un número <strong>de</strong> teléfono dón<strong>de</strong> contactarla en caso <strong>de</strong> emergencia, pues<br />

nadie más había visitado al paciente y no tenía familiares conocidos.<br />

Copié el número y me lancé en esa dirección, pues en realidad no tenía<br />

ninguna otra pista que me condujera al posible para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> mi amigo.<br />

En ese número telefónico ya no vivía Claudia, pero sí una amiga suya<br />

que me preguntó quién era yo y para qué la necesitaba. Le expliqué el<br />

caso y le dije que la vida <strong>de</strong> una persona estaba en juego.<br />

—¿Usted es amigo <strong>de</strong> Alfonso? —dijo ella con incredulidad.<br />

—Lo fui <strong>de</strong> niño y, como le cuento, he recibido dos cartas suyas<br />

recientemente y necesito dar con su para<strong>de</strong>ro.<br />

—Alfonso, qué personaje… —susurró la mujer en el teléfono como si<br />

se estuviera tomando su tiempo para recordarlo.<br />

—¿Me pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir algo <strong>de</strong> él que me sea útil?<br />

—Todas lo queríamos mucho. Un gran tipo. Pero <strong>de</strong>sapareció <strong>de</strong> un<br />

momento a otro y nunca más volvió. Estuvo en una clínica <strong>de</strong> reposo y<br />

Claudia lo visitó allá.<br />

Sí, por eso encontré este número. Estaba en el libro <strong>de</strong> visitas.<br />

—Déjeme un número y yo se lo doy a ella para ver si quiere hablar<br />

con usted o no. ¿Le parece?<br />

—Sí, <strong>de</strong> acuerdo. Lo único que le pido es que le insista en que es un<br />

caso <strong>de</strong> emergencia, que <strong>de</strong> verdad cualquier cosa que me pueda <strong>de</strong>cir <strong>de</strong><br />

él, yo lo apreciaría mucho.<br />

Le dicté a la mujer el número <strong>de</strong> mi celular y el número <strong>de</strong> mi oficina<br />

en el hospital, y le insistí en que le transmitiera a Claudia mi preocupación<br />

con respecto a nuestro amigo común. Esa misma noche, a eso <strong>de</strong> las diez o<br />

las diez y media, sonó mi celular y vi en la pantalla un número<br />

www.lectulandia.com - Página 118

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