12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Nagasaki habían muerto carbonizadas, chamuscadas, suplicando al final<br />

por un vaso <strong>de</strong> agua. Y sin embargo, atravesando el Cabo <strong>de</strong> Hornos o el<br />

Cabo <strong>de</strong> Buena Esperanza, y luchando contra olas <strong>de</strong> diez y doce metros<br />

<strong>de</strong> altura, un hombre en absoluta soledad y silencio combatía para<br />

<strong>de</strong>jarnos un legado magnífico: sí somos capaces <strong>de</strong> llevar a cabo gran<strong>de</strong>s<br />

empresas.<br />

Llegué a Bogotá exhausto, dormí unas cuantas horas y, apenas me<br />

levanté, lo primero que hice fue llamar a Fanny y contarle que había<br />

recibido una segunda carta <strong>de</strong> Alfonso. Le pregunté si podía pasar a<br />

visitarla y me dijo que me esperaba esa misma tar<strong>de</strong> a las cinco en punto,<br />

en su casa.<br />

Nos saludamos con la misma cortesía nerviosa <strong>de</strong> siempre y me senté<br />

frente a ella en la sala comedor a tomar una taza <strong>de</strong> café que me acababa<br />

<strong>de</strong> servir. Le pregunté por el perro, por Deimos, y me dijo que estaba en el<br />

parque con Genaro, que estaba creciendo mucho y que su hijo estaba feliz<br />

con él. Luego le hice un resumen a gran<strong>de</strong>s rasgos <strong>de</strong> la nueva misiva y le<br />

pregunté en un tono cordial y amistoso que no buscaba intrigar, sino<br />

esclarecer puntos <strong>de</strong> la vida <strong>de</strong> Alfonso para compren<strong>de</strong>rlo mejor:<br />

—¿Tú sabías que había sido adicto?<br />

—Sí, él mismo me lo contó —dijo ella con tristeza—. Yo lo conocí<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> su periodo <strong>de</strong> rehabilitación. Me aseguro que nunca más<br />

volvería a recaer.<br />

Una i<strong>de</strong>a me cruzó veloz cuando Fanny terminó <strong>de</strong> hablar: ¿dón<strong>de</strong><br />

había conocido Alfonso a Fanny? No hacía alusión a ella en la carta,<br />

quizás porque en la cronología que llevaba en sus dos mensajes, ella<br />

todavía no había aparecido. Pero se me ocurrió que él solo se relacionaba<br />

con mujeres en <strong>los</strong> bur<strong>de</strong>les y que sus amigas provenían todas <strong>de</strong> ese<br />

mundo, como muy bien lo ilustraba su historia con Claudia. Si eso era así,<br />

¿<strong>de</strong> dón<strong>de</strong> había salido Fanny? ¿Había sido ella también prostituta? ¿O lo<br />

era todavía y yo no sabía?<br />

—¿Y cómo lo conociste? —pregunté fingiendo la mayor ingenuidad<br />

que pu<strong>de</strong>—. ¿En la pensión?<br />

Hasta ese día, yo no había querido ahondar en un pasado gris que a<br />

ella no le gustaba evocar. Incluso un día me había pedido explícitamente<br />

(casi exigido) que si íbamos a ser amigos, lo fuéramos ella y yo, sin meter<br />

a Alfonso en la mitad, sin convivir con un fantasma que se alimentaba <strong>de</strong><br />

nuestros recuerdos, tanto <strong>de</strong> <strong>los</strong> mejores como <strong>de</strong> <strong>los</strong> peores. Yo acepté en<br />

www.lectulandia.com - Página 108

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!