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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
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aquel entonces, pero ahora, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la segunda carta, temía por él y me<br />

veía en la obligación <strong>de</strong> alterar ese pacto que había sellado con Fanny.<br />

—¿En qué quedamos, León? Dijimos que íbamos a <strong>de</strong>jar atrás a<br />

Alfonso… Más bien, cuéntame cómo te fue en Argentina… Qué bonito<br />

po<strong>de</strong>r viajar así como tú…<br />

—Mira, Fanny, yo no quiero meterme en lo que no me importa ni<br />

tengo la menor intención <strong>de</strong> hurgar en tu vida privada —comencé<br />

diciendo en un tono que pretendía ser trascen<strong>de</strong>ntal—. Lo que pasa es que<br />

al final <strong>de</strong> esta carta Alfonso habla <strong>de</strong> una misión, <strong>de</strong> un plan que piensa<br />

ejecutar para que yo me sienta orgul<strong>los</strong>o <strong>de</strong> él, y ya sabes, soy psiquiatra,<br />

y me queda imposible no imaginarme lo peor: que pue<strong>de</strong> llegar a poner<br />

una bomba o hacer un atentado. De hecho, leí en estos días varios<br />

artícu<strong>los</strong> en esa dirección y el perfil psicológico <strong>de</strong> Alfonso, creo, me<br />

coinci<strong>de</strong> para imaginarme algo así.<br />

Fanny bajó la cabeza y permaneció callada. En ese silencio creí intuir<br />

una cierta lealtad hacia Alfonso.<br />

—Yo lo conocí <strong>de</strong> niño, hace muchos años —continué diciendo en el<br />

mismo tono—. Y no me puedo hacer una imagen total <strong>de</strong> él solo por estas<br />

dos cartas. Por eso te necesito. Tú lo conoces mejor que nadie, estuviste<br />

cerca <strong>de</strong> él, sabes <strong>de</strong> qué es capaz y <strong>de</strong> qué no.<br />

—El no mataría a nadie —afirmó ella con la cabeza gacha y las manos<br />

cruzadas en el estómago.<br />

—Yo no estoy diciendo eso, Fanny. Lo que intento explicarte es que<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> muchos años <strong>de</strong> agresiones y <strong>de</strong>sprecios colectivos, una<br />

persona pueda llegar al límite, a un estado en el que ya no pue<strong>de</strong> más, y<br />

entonces cree que le ha llegado el momento <strong>de</strong> vengarse <strong>de</strong> todos esos<br />

años <strong>de</strong> atropel<strong>los</strong>. No son personas a las que les guste matar, no. Son<br />

víctimas que buscan un <strong>de</strong>squite, una revancha que les haga justicia y les<br />

regrese <strong>de</strong> alguna manera su dignidad perdida. ¿Sí me entien<strong>de</strong>s?<br />

Fanny asintió y suspiró. Luego levantó <strong>los</strong> ojos y miró por la ventana.<br />

Dijo en una voz apagada:<br />

—No creo que haya que ser psiquiatra para saber que todos estamos<br />

cansados <strong>de</strong> que nos humillen y nos <strong>de</strong>sprecien, y que cualquier día somos<br />

capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir no más y entonces pue<strong>de</strong>n pasar cosas lamentables… Yo<br />

tengo claro que ese límite es mi hijo… Al que se llegue a meter con él, lo<br />

mato…<br />

—Claro, Fanny, por supuesto —admití con paciencia y sin querer<br />

www.lectulandia.com - Página 109

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