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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
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ebriedad. El resultado: el joven salió absuelto, lo sacaron <strong>de</strong>l país a<br />

seguir su carrera en Estados Unidos y mi hermana empezó a sufrir<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> primeros ataques que la fueron hundiendo en una<br />

esquizofrenia cada vez más irremediable. Los psiquiatras que la<br />

trataron luchaban contra ese fantasma que se apo<strong>de</strong>raba <strong>de</strong> su<br />

cerebro, pero no la pudieron rescatar <strong>de</strong>l universo oscuro que le iba<br />

tragando la vida poco a poco. <strong>La</strong> locura fue su única <strong>de</strong>fensa en<br />

contra <strong>de</strong> tanta agresión y crueldad. A<strong>de</strong>más, ella era virgen y, como<br />

cualquier adolescente <strong>de</strong> su edad, había soñado con una primera vez<br />

dulce y romántica. Y nuestro error fue no haberle practicado una<br />

prueba <strong>de</strong> embarazo. No calculamos bien. Cuando <strong>de</strong>scubrieron que<br />

no le llegaba la menstruación, ya llevaba cinco meses <strong>de</strong> embarazo y<br />

la droga psiquiátrica, que era mucha, había generado malformaciones<br />

en el feto. Sin embargo, y aquí me excusas el dolor que te pueda<br />

causar lo que te voy a contar, un aborto era impracticable porque mi<br />

mamá era una católica furibunda y consi<strong>de</strong>raba ese acto como un<br />

asesinato, cómo un pecado mortal. Así que ella no tuvo más remedio<br />

que continuar con el embarazo. <strong>La</strong> presión fue excesiva y entre más<br />

avanzaban <strong>los</strong> meses, su enajenación se radicalizaba también.<br />

Cuando tú naciste, ella ni siquiera se dio cuenta, estaba como ida, con<br />

su cabeza viajando por mundos inalcanzables y la recluyeron en la<br />

clínica psiquiátrica apenas salió <strong>de</strong>l hospital. Su cuerpo no respondió<br />

a <strong>los</strong> cambios hormonales que por lo general se presentan durante la<br />

preñez: ampliación <strong>de</strong> las ca<strong>de</strong>ras, activación <strong>de</strong> las glándulas<br />

mamarias, instinto maternal. No, sus senos se mantuvieron iguales y<br />

no dio leche. Tú fuiste alimentado con teteros por las enfermeras.<br />

Después la sacamos y vivió en la casa así como la conociste,<br />

extraviada en un universo propio don<strong>de</strong> ninguno <strong>de</strong> nosotros tenía<br />

cabida. <strong>La</strong>mento mucho haberte contado todo esto, sé lo difícil que es<br />

para ti escuchar semejante historia. No lo hubiera hecho jamás si no<br />

percibiera en ti que callándomelo te perjudico aún más.<br />

Tomé aire. Lo que yo había sentido en el mar era cierto: mi madre<br />

había pensado en abortarme, en sacarme <strong>de</strong> mi pequeño paraíso<br />

acuático. Una corriente <strong>de</strong> infinita pesadumbre se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> mí. Me<br />

dolía la cabeza <strong>de</strong> solo pensar en el sufrimiento que le había causado<br />

mi embarazo a esa pobre mujer a quien yo nunca había llamado<br />

mamá. Pero aún tenía una cuenta pendiente con la vida, un último<br />

cobro que no pensaba olvidar. Como me había sucedido tantas veces<br />

en la vida, un sentimiento me rescató <strong>de</strong> la <strong>de</strong>presión y me otorgó un<br />

segundo aire: el odio. En este caso, el odio visceral que sentía hacia<br />

mi progenitor. Y le agra<strong>de</strong>cí a esa fuerza po<strong>de</strong>rosa que me brindara<br />

www.lectulandia.com - Página 156

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