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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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encerrados sin ver la luz <strong>de</strong>l sol, cuando nuestras propias manos<br />

están empeñadas en asfixiarnos, la única salida es apelar a ese<br />

anarquista, ponerse en contacto con él y empezar a fraguar una<br />

revolución. Hay que apren<strong>de</strong>r a ponerse bombas a sí mismo. No hay<br />

que temerle a ese comandante interior que es capaz <strong>de</strong> cualquier<br />

cosa. A veces, la única manera <strong>de</strong> zafarse <strong>de</strong>l horror es dándose un<br />

golpe <strong>de</strong> Estado y eliminando a toda la cúpula que se ha anqui<strong>los</strong>ado<br />

en la mente <strong>de</strong>struyendo la alegría <strong>de</strong> la vida, la capacidad <strong>de</strong> riesgo<br />

y aventura, la potencia <strong>de</strong> explorar hacia a<strong>de</strong>lante.<br />

Así que, al final <strong>de</strong> mi aventura psicópata en el mundo <strong>de</strong> lo<br />

virtual, <strong>de</strong> mis distintos avatares, me tuve que aplicar mi propia<br />

fórmula: <strong>de</strong>strúyete, aniquílate, <strong>de</strong>saparécete.<br />

Bienvenidas todas las micro-revoluciones interiores.<br />

Bienaventurados todos aquel<strong>los</strong> que son capaces <strong>de</strong> <strong>de</strong>rrotarse, <strong>de</strong><br />

vencerse, <strong>de</strong> tumbar a <strong>los</strong> amos y tiranos interiores que envilecen<br />

nuestras vidas. Benditos sean <strong>los</strong> que aún confían en si mismos hasta<br />

el punto <strong>de</strong> convocarse para una revolución vital, para una última<br />

jugada maestra: un jaque mate psíquico sin contemplaciones, sin<br />

piedad alguna.<br />

Ahora, supongo, entien<strong>de</strong>s mejor mi relación con Ana, viejo, el<br />

vínculo que nos unió <strong>de</strong> una manera tan radical y <strong>de</strong>finitiva. A mi<br />

salida <strong>de</strong> la clínica visité su tumba y le <strong>de</strong>jé como homenaje a su<br />

memoria un pequeño barco metido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una botella. No sé si<br />

también te habréis lanzado a buscar pistas sobre mí en esa dirección,<br />

pero no creo. Es un callejón sin salida. Ana está muerta y su familia,<br />

que sabía <strong>de</strong> mi existencia solo por las visitas, nunca más volvió a<br />

tener contacto conmigo. Es <strong>de</strong> suponer que yo no les agradara y que<br />

me consi<strong>de</strong>raran una influencia nefasta para esa joven bella y<br />

adinerada que, algún día (creían el<strong>los</strong>), <strong>de</strong>jaría atrás el submundo <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> monstruos para ingresar en el paraíso <strong>de</strong> <strong>los</strong> bel<strong>los</strong> y exitosos. Le<br />

conté a Ana <strong>de</strong> mi proyecto marítimo y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer momento se<br />

lo tomó como algo propio, como un proyecto común en el que<br />

pondríamos lo mejor <strong>de</strong> nosotros para redimir a la humanidad entera<br />

<strong>de</strong> tanta ignominia. Dos nuevos Adán y Eva buscando el camino <strong>de</strong><br />

regreso al edén <strong>de</strong>l que no <strong>de</strong>bieron salir nunca. Por eso <strong>de</strong>spués, la<br />

tar<strong>de</strong> en que me visitó Claudia, yo intenté llenar el vacío que había<br />

<strong>de</strong>jado Ana y me tropecé en su lugar con una mujer vulgar que me<br />

miró <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el primer minuto como si yo estuviera no solo <strong>de</strong>lirando,<br />

sino también amenazándola o buscando herirla. Su huida me<br />

confirmó que Ana era irremplazable y que yo estaba solo en esta<br />

empresa que tar<strong>de</strong> o temprano se consumaría inevitablemente.<br />

www.lectulandia.com - Página 149

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