La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
empezarán a eludirte y a mirarte con cierto <strong>de</strong>sdén. No, tienes que<br />
inventarte un personaje y jugar un rol distinto don<strong>de</strong> condimentas tu<br />
vida con ciertas especias que a las mujeres siempre les encantan:<br />
dinero, respetabilidad, educación, buen gusto, humor, y, si pue<strong>de</strong>s<br />
inventarte un poco <strong>de</strong> éxito, la receta funcionará a la perfección. Así<br />
que afirmé <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio que era diseñador <strong>de</strong> veleros y<br />
catamaranes para regatas internacionales que se llevaban a cabo en<br />
Cartagena y en otras ciuda<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l Caribe, que me pagaban muy bien<br />
por ello, que vivía solo en una casa <strong>de</strong> Chapinero y que me<br />
encantaba la rumba y la diversión. Obviamente ese hombre solo<br />
existía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> las botellas que me bebía en minutos, como si<br />
fueran agua, pero, <strong>de</strong> alguna manera secreta, ese también era yo, o<br />
mejor, empezaba a ser yo.<br />
<strong>La</strong> primera vez que me acosté con Claudia en una <strong>de</strong> las<br />
habitaciones <strong>de</strong>l bur<strong>de</strong>l que frecuentaba por aquel entonces, una<br />
inmensa alegría recorrió cada partícula <strong>de</strong> mi cuerpo, cada célula,<br />
cada centímetro <strong>de</strong> mi piel que había tenido un contacto mágico con<br />
ella. Fue muy dulce conmigo, casi maternal, y me acarició <strong>los</strong><br />
hombros y <strong>los</strong> brazos mientras yo me hundía en su cuerpo como si<br />
fuera una piscina <strong>de</strong> agua caliente que lavara todos mis pecados. Ella<br />
misma me puso el condón con una <strong>de</strong>lica<strong>de</strong>za que me hizo imaginar<br />
que éramos novios o esposos y que llevábamos años cumpliendo el<br />
mismo ritual. Después <strong>de</strong> eyacular en espasmos intermitentes, no<br />
pu<strong>de</strong> evitar una conmoción que me obligó a refugiarme en el baño.<br />
—¿Estás bien? —preguntó ella <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la cama.<br />
—Sí, perfecto, es que quiero lavarme un poco —mentí apoyado en el<br />
lavamanos.<br />
Era una estratagema para estar solo unos pocos minutos. <strong>La</strong><br />
verdad es que estaba llorando. <strong>La</strong> imagen que el espejo me regresaba<br />
era la misma que yo <strong>de</strong>testaba: un individuo inclinado, barrigón, con<br />
un cabello ralo que ya permitía anticipar una calvicie prematura,<br />
bajito, débil, monstruoso. Y sin embargo, por <strong>de</strong>ntro, una felicidad<br />
enorme me acababa <strong>de</strong> inundar ese cuerpo que yo <strong>de</strong>testaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
niño. No sabía cómo agra<strong>de</strong>cerle a esa mujer y a la vida en general<br />
tanta generosidad, tanta plenitud que, seguramente, yo no merecía.<br />
Me enjuagué la cara en el lavamanos para que no se me notaran las<br />
lágrimas, me acerqué a Claudia y le di un beso en la mejilla.<br />
—Gracias —dije con una sonrisa—. Gracias, <strong>de</strong> verdad. No tenías por<br />
qué ser tan cariñosa conmigo.<br />
—Me caes bien —dijo ella con <strong>de</strong>sparpajo y todavía <strong>de</strong>snuda sobre<br />
la cama.<br />
www.lectulandia.com - Página 84