12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

salieran, sí, pero no tuvieron tiempo. <strong>La</strong> policía mató a mi hija a <strong>los</strong> pocos<br />

días y ese señor todavía seguía recluido. Después, un sábado en las horas<br />

<strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, encontramos en la tumba <strong>de</strong> Ana unas flores y un barco en<br />

miniatura construido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> una botella. Los empleados nos dijeron que<br />

lo había <strong>de</strong>jado un señor enano y jorobado que había visitado la tumba al<br />

mediodía. Nunca más volvimos a saber nada <strong>de</strong> él.<br />

—Bueno, muchas gracias, no quiero seguir importunándola —dije a<br />

manera <strong>de</strong> <strong>de</strong>spedida, y me puse <strong>de</strong> pie.<br />

—Espere, no sé si le interese unas hojas <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong> mi hija en don<strong>de</strong><br />

habla <strong>de</strong> él. Son anotaciones en las que escribió sobre marineros y viajes,<br />

algo así. Temas que ese señor le metió en la cabeza.<br />

—Sí, me interesa mucho. Puedo sacar una copia y le regreso <strong>los</strong><br />

originales, si le parece bien.<br />

—Espéreme, ya se <strong>los</strong> bajo.<br />

En efecto, la madre <strong>de</strong> Ana me entregó unos párrafos <strong>de</strong>l diario <strong>de</strong> su<br />

hija que correspondían a <strong>los</strong> días en que había conocido a Alfonso. <strong>La</strong>s<br />

fotocopié en una papelería cercana, le regresé <strong>los</strong> originales, le di las<br />

gracias por su tiempo y su gentileza, y regresé al hospital con las copias<br />

entre una carpeta.<br />

En las horas <strong>de</strong> la noche llamé a Fanny y le conté en qué iban mis<br />

pesquisas sobre Alfonso, suprimiendo, por supuesto, el aparatoso episodio<br />

con Claudia. Solo le dije que la había buscado en un bur<strong>de</strong>l <strong>de</strong>l barrio<br />

Santa Fe y que había <strong>de</strong>scubierto que ella era la persona que escribía mi<br />

nombre en <strong>los</strong> sobres que luego <strong>de</strong>jaba en mi oficina <strong>de</strong>l hospital. Fanny<br />

me preguntó en voz baja, como si estuviéramos hablando en secreto:<br />

—¿Y es bonita esa tal Claudia?<br />

—Sí, más o menos…<br />

—¿Te coqueteó mucho?<br />

—No, nos limitamos a hablar <strong>de</strong> Alfonso…<br />

—¿Y quedaron <strong>de</strong> llamarse y <strong>de</strong> verse <strong>de</strong>spués?<br />

—Tiré su teléfono a la basura.<br />

—¿Por qué?<br />

Decidí jugarme una carta a fondo. Me puse nervioso, el corazón se me<br />

aceleró <strong>de</strong> nuevo, como solía pasarme cuando estaba cerca <strong>de</strong> Fanny, pero<br />

me dije que no podía quedarme toda la vida así, en suspenso, sin mover<br />

las fichas en el tablero. Por eso le dije bajando también la voz:<br />

—Porque mientras estaba allá metido, me sentí mal. No hice sino<br />

www.lectulandia.com - Página 126

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!