12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

—Claro que sí. Ya voy para allá.<br />

Manejé por la Avenida Caracas hasta el barrio Quiroga. Cuando <strong>de</strong>jé<br />

el jeep en la bahía cercana a la casa <strong>de</strong> Fanny, recibí la llamada <strong>de</strong> Molina,<br />

que me habló con una voz perdida entre intermitencias telefónicas. En<br />

efecto, las autorida<strong>de</strong>s chilenas acababan <strong>de</strong> confirmar que dos días atrás<br />

habían encontrado el Nautilus II en las cercanías <strong>de</strong> la isla <strong>de</strong> San<br />

Ambrosio. El casco estaba <strong>de</strong>strozado y no había rastros <strong>de</strong> su dueño y<br />

piloto. Estaban seguros <strong>de</strong> que el mar se lo había tragado durante la<br />

tormenta. Le agra<strong>de</strong>cí al <strong>de</strong>tective, le prometí que el lunes siguiente le<br />

cancelaría el resto <strong>de</strong>l dinero y colgué con una sensación <strong>de</strong> abatimiento<br />

que me obligó a recostarme sobre el timón.<br />

De un momento a otro, sin ningún tipo <strong>de</strong> aviso, no sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> me<br />

llegó una sensación <strong>de</strong> mareo, <strong>de</strong> estar enfermo, como a punto <strong>de</strong><br />

vomitarme. Sentí arcadas y tuve que quitarme el cinturón <strong>de</strong> seguridad y<br />

bajarme a rastras <strong>de</strong>l carro. Me hice junto a un árbol. Creí que <strong>los</strong> mocos<br />

se me estaban escurriendo por el labio superior y me llevé la mano a esa<br />

parte <strong>de</strong> mi rostro. No, era sangre. Un hilo <strong>de</strong> sangre me estaba saliendo<br />

por las fosas nasales. Me limpié con el bor<strong>de</strong> <strong>de</strong>l saco. ¿Qué me estaba<br />

ocurriendo? ¿Qué era ese malestar súbito? ¿Estaba somatizando la muerte<br />

<strong>de</strong> Alfonso? Cerré <strong>los</strong> ojos y procuré respirar tomando gran<strong>de</strong>s bocanadas<br />

<strong>de</strong> aire. Casi no veía, estaba ciego. Un frío invernal se apo<strong>de</strong>ró <strong>de</strong> todo mi<br />

cuerpo y empecé a temblar. Seguí inhalando y exhalando con la boca bien<br />

abierta. No sabía si se trataba <strong>de</strong> un infarto.<br />

El malestar fue cediendo a una potencia corporal extrañísima que<br />

nunca jamás había sentido: estaba oliendo por primera vez el conmovedor<br />

aroma <strong>de</strong>l pasto, <strong>de</strong>l árbol que tenía cerca, <strong>de</strong> la hierba fresca recién<br />

mojada por las gotas infinitesimales <strong>de</strong> una llovizna reciente. Abrí <strong>los</strong> ojos<br />

y quedé estremecido con el gris <strong>de</strong> ese cielo plomizo que parecía algodón<br />

viejo o hierro acariciado por el óxido. Me encandilaban las nubes, como si<br />

estuviera observando un día soleado y magnífico. Escuché <strong>los</strong> sonidos <strong>de</strong><br />

un piano que sonaba a lo lejos y sentí una emoción tan gran<strong>de</strong> que <strong>los</strong> ojos<br />

se me llenaron <strong>de</strong> lágrimas. Esas notas estaban siendo tocadas para mí,<br />

solo para mí, como si alguien, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una dimensión ignota, me estuviera<br />

dando la bienvenida al mundo por primera vez. Me di la vuelta y empecé a<br />

tocar con las yemas <strong>de</strong> mis manos el árbol que tenía cerca. <strong>La</strong>s venas <strong>de</strong> la<br />

ma<strong>de</strong>ra me parecieron mensajes secretos, revelaciones súbitas que me<br />

llegaban <strong>de</strong> repente <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un pasado muy remoto. Todo mi cuerpo se<br />

www.lectulandia.com - Página 182

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!