12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

abuela. Quizás era cierto, pero no citaba la noche en la que su tío había<br />

cremado el cadáver <strong>de</strong> su hermana él solo, sin ceremonia religiosa ni<br />

funeraria, como si se tratara <strong>de</strong> un trámite bancario y no <strong>de</strong> una <strong>de</strong>spedida<br />

<strong>de</strong>finitiva. Alfonso no pudo asistir al cementerio porque su tío le dijo que<br />

ese espectáculo era engorroso y aburrido. Recuerdo bien que esa tar<strong>de</strong> me<br />

llamó por teléfono.<br />

—Ven, te necesito urgente —me dijo con una voz <strong>de</strong> ultratumba.<br />

Forzamos la cerradura <strong>de</strong>l cuarto <strong>de</strong> su madre y entramos con paso <strong>de</strong><br />

ladrones experimentados. El tío estaba cremando el cadáver. Alfonso<br />

quería saber si entre <strong>los</strong> objetos más personales <strong>de</strong> su madre no hallaría un<br />

indicio, una carta, algo que le indicara quién era su padre. Aunque sabía<br />

que era producto <strong>de</strong> una violación, quizás el agresor sí tenía nombre y<br />

rostro reconocibles. Lo único que hallamos fue una foto que <strong>de</strong>struyó a<br />

Alfonso: estaba su madre embarazada <strong>de</strong> seis o siete meses, en el pórtico<br />

<strong>de</strong> la casa, con un camisón y una sonrisa apacible, mirando hacia la<br />

cámara en una tar<strong>de</strong> soleada. Tal vez la foto se la había tomado su<br />

hermano, Humberto, o alguno <strong>de</strong> <strong>los</strong> huéspe<strong>de</strong>s con <strong>los</strong> que había hecho<br />

amistad por aquella época. Se veía que la enfermedad le había dado una<br />

tregua y le brillaban <strong>los</strong> ojos con una luz cristalina cuyos reflejos<br />

alcanzaban a exten<strong>de</strong>rse por las mejillas y sombreaban la barbilla y el<br />

cuello. En la parte trasera <strong>de</strong> la foto ella había escrito en un momento <strong>de</strong><br />

ternura maternal: mi bebé y yo.<br />

Cuando me di la vuelta para <strong>de</strong>cirle a Alfonso que no encontraba nada<br />

y que era mejor salir <strong>de</strong> ahí antes <strong>de</strong> que Humberto regresara y nos pillara<br />

como dos hampones <strong>de</strong> baja estofa, vi a Alfonso llorando con la foto entre<br />

sus manos. <strong>La</strong> escondió en su cuarto y fue la constancia <strong>de</strong> que no siempre<br />

su madre lo había <strong>de</strong>testado, sino que por el contrario, aunque hubiera<br />

sido en un fugaz instante <strong>de</strong> dulzura animal, había amado a esa vida que<br />

crecía <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ella y que la dignificaba como mujer.<br />

Sin que él lo supiera, yo me preguntaba muy <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> mí: ¿podía yo<br />

<strong>de</strong>cir lo mismo? ¿Mi madre biológica habría sentido alguna vez la alegría<br />

<strong>de</strong>smesurada <strong>de</strong> la maternidad? ¿Me había hablado acariciándose la<br />

barriga, a mí, su bebé que venía en camino? ¿Había soñado algún nombre<br />

para su hijo bienamado: Matías, Armando, Rodrigo? O, por el contrario,<br />

me había <strong>de</strong>testado <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un principio, me había odiado y había renegado<br />

<strong>de</strong> esa vida no <strong>de</strong>seada que le tocaba llevar <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> sí. ¿Me había traído<br />

al mundo en un hospital, como mandan las reglas <strong>de</strong> la <strong>de</strong>cencia? O era yo<br />

www.lectulandia.com - Página 52

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!