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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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<strong>de</strong>spués seguir en línea recta hasta <strong>los</strong> confines <strong>de</strong>l planeta, don<strong>de</strong> mi<br />

yo <strong>de</strong>sapareciera sin <strong>de</strong>jar rastros y mi ser lograra ir más allá, <strong>de</strong><br />

toda i<strong>de</strong>ntidad, <strong>de</strong> todo yugo, <strong>de</strong> todo <strong>de</strong>seo y todo apego. Navegar<br />

hasta que Alfonso quedara atrás convertido en humo, en aire, en<br />

partículas gaseosas e invisibles. Esa era la verda<strong>de</strong>ra aventura.<br />

Des<strong>de</strong> entonces no he hecho más que prepararme. Vendí la casa y<br />

me vine para Guayaquil, don<strong>de</strong> llevo viviendo un buen tiempo junto<br />

al mar, navegando todos <strong>los</strong> días, aprendiendo, practicando. Te<br />

sorpren<strong>de</strong>rías <strong>de</strong> mis habilida<strong>de</strong>s náuticas y <strong>de</strong>l aplomo con el que<br />

gobierno mi pequeño catamarán, el Nautilus II, nombre que le puse,<br />

por supuesto, en homenaje al capitán Nemo.<br />

Te cuento que este barco lo construí yo mismo con dos obreros <strong>de</strong><br />

aquí, <strong>de</strong>l puerto, y que por <strong>de</strong>ntro tiene cueros <strong>de</strong> buey y grasa<br />

animal que lo protege <strong>de</strong>l agua y <strong>de</strong> las fisuras tan comunes en alta<br />

mar. Estudié la construcción <strong>de</strong>l navío <strong>de</strong> San Brendan pensando en<br />

utilizar <strong>los</strong> trucos medievales en beneficio <strong>de</strong> mi propio barco.<br />

Recordarás que Nemo, en latín, significa Nadie. Es una alusión <strong>de</strong><br />

Verne al capítulo <strong>de</strong> la Odisea en el cual Ulises le dice a Polifemo,<br />

para engañarlo, que se llama Nadie. ¿No es ese, acaso, el objetivo<br />

secreto <strong>de</strong> todo aventurero: no tener nombre, no llamarse <strong>de</strong> ninguna<br />

manera, <strong>de</strong>jar atrás <strong>los</strong> apellidos, la memoria, la herencia que<br />

cargamos con tanto esfuerzo? ¿No hemos soñado todos con viajar,<br />

con irnos bien lejos, don<strong>de</strong> <strong>los</strong> problemas <strong>de</strong> nuestra familia y <strong>de</strong><br />

nuestros allegados no nos alcancen? ¿No hemos sospechado todos<br />

que la verda<strong>de</strong>ra alegría está en el <strong>de</strong>sarraigo? Por un lado queremos<br />

permanecer, seguir aquí, no morir, y por el otro, una fuerza<br />

misteriosa nos dice lo contrario: la clave está en el movimiento, en<br />

ser fugaz, en <strong>de</strong>saparecer. Creo más en esa segunda fuerza.<br />

El recorrido lo tengo muy claro: bajaré por el Océano Pacifico<br />

bor<strong>de</strong>ando la costa hasta la Tierra <strong>de</strong>l Fuego y cruzaré, con suerte, el<br />

temible Cabo <strong>de</strong> Hornos, el cementerio marino <strong>de</strong> América, don<strong>de</strong><br />

tantos barcos a lo largo <strong>de</strong> <strong>los</strong> sig<strong>los</strong> han naufragado. Me iré por el<br />

Atlántico pegado al paralelo <strong>de</strong> 60º latitud sur hacia la costa<br />

africana, subiré un poco y cruzaré el Cabo <strong>de</strong> Buena Esperanza para<br />

ingresar en el Océano índico. Procuraré mantenerme a la altura <strong>de</strong>l<br />

paralelo <strong>de</strong> 40º latitud sur siguiendo la ruta <strong>de</strong> Moitessier hasta<br />

Nueva Zelanda, don<strong>de</strong> <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>ré unos grados para pasar por el sur<br />

<strong>de</strong> la isla y concentrarme en mi retorno a costas americanas. Mis<br />

provisiones serán suficientes y he estado alimentándome muy bien<br />

durante las últimas semanas para subir las <strong>de</strong>fensas <strong>de</strong> mi cuerpo.<br />

No creo que por este lado me lleguen sorpresas, aunque, por<br />

www.lectulandia.com - Página 177

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