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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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Creo, viejo, que la distancia a la cual alu<strong>de</strong> no es una distancia<br />

física, <strong>de</strong> millas, sino a una distancia interior, don<strong>de</strong> está en juego el<br />

yo y toda la codicia que nuestra cultura nos enseña. Somos una masa<br />

<strong>de</strong> apetitos, aspiraciones y pretensiones que nos banalizan hasta el<br />

punto <strong>de</strong> impedirnos avanzar realmente en el profundo conocimiento<br />

<strong>de</strong> nosotros mismos. Estamos tan ocupados por alcanzar la vastedad<br />

<strong>de</strong> nuestros anhe<strong>los</strong>, que nos extraviamos en un laberinto <strong>de</strong> espejos<br />

que nos regresan nuestra imagen <strong>de</strong>formada e irreconocible. Y lo<br />

maravil<strong>los</strong>o <strong>de</strong> la frase, su luci<strong>de</strong>z implacable, está en que no es<br />

suficiente con pisar <strong>los</strong> límites, con ir hasta situaciones excesivas, no,<br />

hay que dar un paso más allá y liberarse <strong>de</strong>finitivamente y para<br />

siempre. Y Moitessier lo da cuando el Joshua pasa cerca <strong>de</strong>l buque<br />

petrolero inglés British Argosy y, en una pequeña lata <strong>de</strong> comida,<br />

mete el siguiente mensaje para el Sunday Times y lo arroja sobre la<br />

cubierta <strong>de</strong> ese buque:<br />

“Mi intención es seguir el viaje, sin parar, hacia las islas <strong>de</strong>l<br />

Pacífico, don<strong>de</strong> el sol luce radiante y hay más paz que en Europa.<br />

Por favor, no piensen que estoy intentando establecer un récord.<br />

Récord es una palabra muy estúpida en el mar. Continúo sin parar<br />

porque me siento feliz en el mar, y quizás porque quiero salvar mi<br />

alma”.<br />

El público y <strong>los</strong> periodistas que seguían la hazaña no podían<br />

enten<strong>de</strong>r que el hombre más capaz, el mejor <strong>de</strong> todos, el más rápido<br />

y perseverante, y el que ya estaba <strong>de</strong> regreso para recibir <strong>los</strong><br />

homenajes, <strong>los</strong> premios, las con<strong>de</strong>coraciones y <strong>los</strong> aplausos, estuviera<br />

abandonando para seguir <strong>de</strong>recho y largarse a vivir a las islas <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

Mares <strong>de</strong>l Sur. ¿Se había enloquecido Moitessier? ¿Cómo era posible<br />

que rehusara a ser una celebridad? Sí, él era feliz siendo un<br />

vagabundo <strong>de</strong>l mar, libre, sin ataduras, sin las presiones terribles <strong>de</strong><br />

un ego insatisfecho. El no-ego conquistado a lo largo <strong>de</strong>l viaje era ya<br />

en sí mismo una bendición. <strong>La</strong> ambición corroe, lesiona, resiente al<br />

sujeto. Liberarse <strong>de</strong> ella es alcanzar una higiene interior cercana a la<br />

beatitud. Y lo hizo: Moitessier vivió años entre <strong>los</strong> nativos <strong>de</strong> <strong>los</strong><br />

Mares <strong>de</strong>l Sur, dichoso sobre la cubierta <strong>de</strong>l Joshua, barbado, sin<br />

cortarse el pelo ni las uñas, gozando como un niño <strong>de</strong> su condición <strong>de</strong><br />

salvaje travieso y anarquista.<br />

Viejo, tú no sabes lo que yo sentí cuando leí esta historia <strong>de</strong><br />

Moitessier y las implicaciones que ella tuvo en mí. Si Dumas me<br />

había dañado la cabeza <strong>de</strong> adolescente, Moitessier venía a<br />

corromperme por completo y a confirmarme que eso era<br />

exactamente lo que yo quería: darle la vuelta al mundo en solitario y<br />

www.lectulandia.com - Página 176

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