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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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ir y venir <strong>de</strong> las olas cuando navegas, es sinónimo <strong>de</strong> lo inconcluso,<br />

<strong>de</strong> lo in<strong>de</strong>terminado, <strong>de</strong> lo irresoluto. Me gustan las <strong>de</strong>scripciones <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> navegantes porque tengo la sensación <strong>de</strong> que el<strong>los</strong> ingresan en<br />

una nueva geometría don<strong>de</strong> las coor<strong>de</strong>nadas tradicionales son<br />

alteradas. Creo que ese cambio exterior tiene un equivalente interno,<br />

en la psique. El mar es impre<strong>de</strong>cible y sus figuras no son formas<br />

<strong>de</strong>lineadas ni compactas.<br />

—No termino <strong>de</strong> enten<strong>de</strong>rte bien —confesó ella sirviéndome más<br />

gaseosa en mí vaso.<br />

—En algún poema, Neruda nos habla <strong>de</strong> las nubes y nos dice que<br />

ellas son la bendición secreta <strong>de</strong> <strong>los</strong> extranjeros —afirmé con<br />

propiedad, con cierto aire docto—. ¿Extranjeros <strong>de</strong> qué, <strong>de</strong> dón<strong>de</strong>?<br />

Extranjeros <strong>de</strong> la conciencia, <strong>de</strong> sí mismos. Los que estamos lejos<br />

siempre, al otro lado, difíciles <strong>de</strong> atrapar. Los que vivimos en un<br />

laberinto y nunca nos hallamos a nosotros mismos… En un mundo<br />

don<strong>de</strong> todos sueñan con estabilidad, con un piso seguro y firme, las<br />

nubes nos insinúan otro camino: el <strong>de</strong> una honesta inseguridad.<br />

—Bueno, pero tienes que reconocer que hoy en día, en medio <strong>de</strong><br />

una ciudad, es difícil tener ese tipo <strong>de</strong> experiencias. No sé qué seria<br />

equiparable —dijo ella frunciendo el entrecejo, muy concentrada,<br />

escuchándome con atención.<br />

—Creo que no has observado bien. Yo salgo poco, te habrás dado<br />

cuenta, pero cuando lo hago me fijo mucho en la gente. Y me atraen<br />

<strong>los</strong> vagabundos que a veces llegan a dormir aquí cerca, al Parque<br />

Nacional. Son muchos, van y vienen, duermen en <strong>los</strong> bancos o <strong>de</strong>bajo<br />

<strong>de</strong> <strong>los</strong> árboles en la montaña. Me atrae su libertad. En una época que<br />

te habla <strong>de</strong> ahorrar, <strong>de</strong> prepararte un futuro, <strong>de</strong> pensiones y<br />

cesantías, unos hombres buscan el máximo grado <strong>de</strong> inseguridad, la<br />

inconformidad absoluta. Admirable. A su modo, son también<br />

aventureros solitarios. Si hubieran vivido en la antigüedad, quizás se<br />

hubieran enrolado en alguna tripulación y hubieran <strong>de</strong>saparecido en<br />

algún buque para siempre.<br />

—Eso te lo entiendo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> otro ángulo, quizás porque soy mujer —y<br />

aquí ella se preparó para contrarrestar mi explicación—. A mí me<br />

cuesta trabajo hacer pareja porque <strong>los</strong> hombres siempre viven<br />

vigilándote, haciéndote preguntas sobre si eres fiel o no, si te gusta<br />

otro, si te acuestas con alguien más. Y yo nunca he podido <strong>de</strong>sear a<br />

una sola persona y no quiero sentir culpa por eso. Si la fi<strong>de</strong>lidad<br />

fuera algo natural, no existiría una vigilancia extrema sobre el<br />

cuerpo <strong>de</strong> <strong>los</strong> que amamos. No, lo natural es la infi<strong>de</strong>lidad. Deseamos<br />

lo que no tenemos. El <strong>de</strong>seo es subrepticio, sinuoso, experimental,<br />

www.lectulandia.com - Página 71

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