La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
empezar a consumir todos <strong>los</strong> días. <strong>La</strong> <strong>de</strong>presión <strong>de</strong>l domingo o <strong>de</strong>l<br />
lunes en la mañana tenía que pasarla con unos cuantos pases <strong>de</strong><br />
cocaína. Luego, en las horas <strong>de</strong> la noche, me fumaba un porro para<br />
po<strong>de</strong>r dormir. Y así una pastilla me conducía a unas cuantas<br />
aspiradas <strong>de</strong> hierba y esa hierba me conducía a un trago y ese trago<br />
a unos cuantos pases y la rueda no cesaba <strong>de</strong> girar. Me volví poliadicto<br />
y alcohólico. No compraba ropa ni zapatos, escasamente comía<br />
y todo el dinero se me iba en sostener mis vicios. Del muchacho<br />
estudioso y buen lector no quedó nada, ni siquiera su sombra, pues<br />
ahora vivía en la oscuridad más completa, en unas tinieblas espesas<br />
don<strong>de</strong> ninguna luz podía penetrar. En lugar <strong>de</strong> buscar una salida <strong>de</strong><br />
verdad y empezar un ascenso, lo que hacía era bajar a unos agujeros<br />
cada vez más sórdidos y sombríos.<br />
Mi salud se fue <strong>de</strong>teriorando con el paso <strong>de</strong> <strong>los</strong> meses. A cada rato<br />
estaba resfriado, con <strong>los</strong> pulmones afectados por una tos persistente<br />
y con unos dolores en <strong>los</strong> riñones que, en la mañana, me impedían<br />
muchas veces levantarme <strong>de</strong> la cama y dar <strong>los</strong> primeros pasos. Vivía<br />
bajo <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensas y cualquier gripe me obligaba a guardar cama dos y<br />
tres días seguidos. Y lo peor <strong>de</strong> todo era la <strong>de</strong>presión, esa sensación<br />
<strong>de</strong> no tener ganas <strong>de</strong> nada, <strong>de</strong> querer <strong>de</strong>saparecer, esfumarse o<br />
morir. Le pedía a la empleada que me llevara el almuerzo y la<br />
comida a la cama, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>jaba <strong>los</strong> platos en el corredor. No<br />
hablaba con <strong>los</strong> inquilinos ni me ocupaba <strong>de</strong> ningún asunto<br />
relacionado con la casa durante esos días. No podía. No me sentía<br />
capaz <strong>de</strong> sostener una conversación, razonar, explicar, relacionarme<br />
con el otro. <strong>La</strong> <strong>de</strong>presión es un hueco que se abre entre <strong>los</strong> <strong>de</strong>más y<br />
uno, un hueco que uno <strong>de</strong>sea saltar, pero que sabe que las piernas no<br />
le alcanzan para ello.<br />
Hasta que empezaba <strong>de</strong> huevo a meter cocaína, a fumarme mis<br />
porros a escondidas, y entonces me bañaba, me cambiaba <strong>de</strong> ropa,<br />
llamaba un taxi y salía disparado para Atunes, para Tamaguchi, para<br />
Doll’s House, para El Castillo, para Troya, para El Rincón <strong>de</strong> las<br />
Paisas o para <strong>La</strong> Piscina. Lugares don<strong>de</strong>, apenas cruzaba el umbral y<br />
las requisas <strong>de</strong> <strong>los</strong> encargados <strong>de</strong> seguridad, <strong>los</strong> meseros y las chicas<br />
me saludaban con apretones <strong>de</strong> manos y con besos <strong>de</strong> bienvenida.<br />
—Alfonsín, qué milagro —me <strong>de</strong>cía una estampándome un beso en<br />
la mejilla.<br />
—¿Dón<strong>de</strong> estabas, mi amor? —me <strong>de</strong>cía la otra acariciándome la<br />
nuca.<br />
—¿Por qué nos <strong>de</strong>jaste tan sólitas? —preguntaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la barra<br />
una tercera.<br />
www.lectulandia.com - Página 88