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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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Cuando Japón invadió Vietnam en 1940, él y su familia fueron<br />

encarcelados. Es <strong>de</strong> suponer que, <strong>de</strong> niño, Moitessier aguantó <strong>los</strong><br />

rigores <strong>de</strong> la vida en prisión gracias a su aprendizaje oriental, a su<br />

mesura, a su disciplina contemplativa.<br />

A la salida <strong>de</strong> la cárcel, <strong>de</strong>cidió que el mar era lo suyo y que las<br />

reglas <strong>de</strong> <strong>los</strong> hombres <strong>de</strong> tierra no eran <strong>de</strong> fiar. Des<strong>de</strong> entonces se<br />

<strong>de</strong>dicó a navegar y era un piloto diestro y audaz. Ya para 1968,<br />

Moitessier había navegado por todos <strong>los</strong> océanos <strong>de</strong>l mundo y sabía a<br />

la perfección <strong>los</strong> trucos <strong>de</strong>l oficio. Había escrito un libro sobre sus<br />

aventuras, Un vagabundo <strong>de</strong> <strong>los</strong> Mares <strong>de</strong>l Sur, y en el gremio era<br />

reconocido y respetado.<br />

Se presentó en 1968 con un barco llamado Joshua, cuyo nombre<br />

era un homenaje a Joshua Slocum, un viejo capitán que había<br />

navegado en solitario alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong>l mundo. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> las primeras<br />

semanas quedó claro que Moitessier estaba no solo preparado para el<br />

reto, sino que <strong>de</strong> lejos era el mejor. <strong>La</strong>s marcas que impuso en cada<br />

trayecto eran fantásticas, <strong>de</strong> un marino curtido que se sentía en casa<br />

cuando llegaban las tormentas y el barco se bamboleaba <strong>de</strong> lado a<br />

lado. Se <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> cortar el pelo y la barba, andaba <strong>de</strong>scalzo y a veces<br />

<strong>de</strong>snudo por la cubierta <strong>de</strong>l barco, como un santón oriental<br />

ejercitándose lejos <strong>de</strong> la mirada <strong>de</strong> <strong>los</strong> otros hombres.<br />

Poco a poco, esa íntima relación con el mar fue creciendo hasta<br />

conducirlo a un estado <strong>de</strong> éxtasis, <strong>de</strong> suprema empatía con <strong>los</strong><br />

elementos. Mientras <strong>los</strong> otros navegantes se <strong>de</strong>scomponían, lloraban,<br />

extrañaban a <strong>los</strong> suyos o se esforzaban en resistir hasta el límite <strong>de</strong><br />

sus fuerzas, el vietnamita francés estaba en trance, viajando a<br />

gran<strong>de</strong>s velocida<strong>de</strong>s en posición <strong>de</strong> meditación, comulgando con el<br />

océano, con el tiempo y consigo mismo. Hasta que Moitessier<br />

atravesó <strong>los</strong> límites y se fue más allá que todos <strong>los</strong> otros, su ego fue<br />

superado, traspasado hasta el punto <strong>de</strong> <strong>de</strong>svanecerse en el aire.<br />

¿Ganar? ¿Qué es eso? ¿Para qué la fama y la fortuna? ¿Es realmente<br />

importante el reconocimiento ajeno? Cuando uno esta solo en alta<br />

mar durante meses enteros, sentado en la cubierta viendo el sol<br />

hundirse en el horizonte, con el viento rozándole el cuerpo y el<br />

tiempo suspendido en un ritmo imposible <strong>de</strong> medir, ¿qué sentido<br />

pue<strong>de</strong>n tener la celebridad, el prestigio y la ambición? <strong>La</strong>s palabras<br />

que anotó en su diario son explícitas:<br />

“El Joshua avanza hacia el Cabo <strong>de</strong> Hornos bajo la luz <strong>de</strong> las<br />

estrellas y la distante ternura <strong>de</strong> la luna… Ya no sé lo lejos que he<br />

llegado, solo sé que hace tiempo que he <strong>de</strong>jado atrás <strong>los</strong> límites <strong>de</strong><br />

lo excesivo”.<br />

www.lectulandia.com - Página 175

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