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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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el Peñón <strong>de</strong> Gibraltar y <strong>de</strong>l lado <strong>de</strong> Marruecos sobresale el monte<br />

Atlas. Esos dos puntos era lo que <strong>los</strong> antiguos llamaban las Columnas<br />

<strong>de</strong> Hércules. Hasta ahí navegaban las naves griegas y se daban la<br />

vuelta. El Mediterráneo era el Mare Nostrum, el mar conocido. Del<br />

otro lado <strong>de</strong> las columnas quedaba el Mare Tenebrarum, lo incógnito,<br />

lo <strong>de</strong>sconocido. Hay una hipótesis que dice que Ulises fue el primero<br />

en cruzar las Columnas <strong>de</strong> Hércules y salir ál Atlántico en busca <strong>de</strong>l<br />

misterio. ¿Compren<strong>de</strong>s? Si contemplas el mapa y ves el Mediterráneo<br />

como un útero, como un líquido amniótico <strong>de</strong>l cual era imposible<br />

escapar, entonces Ulises sería el primer navegante que nació, el<br />

primer aventurero que se condujo a sí mismo hasta la salida y<br />

enfrentó territorios inhóspitos. El primer parto, el primer nacimiento,<br />

el único que cruzó el estrecho.<br />

Esto significa que todos, al comienzo <strong>de</strong> nuestra vida física, somos<br />

una metáfora <strong>de</strong> Ulises. Todos salimos <strong>de</strong> nuestra zona <strong>de</strong> confort, el<br />

útero, y tenemos que obligar a nuestros pulmones a respirar, abrimos<br />

<strong>los</strong> ojos y vemos el mundo por primera vez, lloramos y escupimos<br />

mocos, sentimos frío, nos quedamos absortos, pasamos nuestras<br />

manos diminutas por <strong>los</strong> brazos <strong>de</strong> las enfermeras o <strong>de</strong> la persona<br />

que nos está recibiendo. El problema es que luego olvidamos esa<br />

fuerza, ese coraje, y nos instalamos en la comodidad <strong>de</strong> nuestras<br />

vidas rutinarias. Todo el mundo está buscando un útero don<strong>de</strong> volver<br />

a quedarse quieto. Y no, se trata <strong>de</strong> todo lo contrario, <strong>de</strong> seguir<br />

naciendo, <strong>de</strong> no parar <strong>de</strong> salir, <strong>de</strong> no a<strong>de</strong>ntrarse en nada, <strong>de</strong> no<br />

escon<strong>de</strong>rse, <strong>de</strong> no acostumbrarse. Mientras la sociedad te susurra al<br />

oído que busques seguridad para po<strong>de</strong>r sobrevivir, una voz interna te<br />

dice lo contrario: que no te aferres, que te liberes, que abandones<br />

todo puerto <strong>de</strong>l cual no puedas volver a partir. Dentro <strong>de</strong> nosotros<br />

hay una lucha permanente entre un funcionario <strong>de</strong> pacotilla y<br />

Simbad El Marino. <strong>La</strong> mayoría <strong>de</strong> las veces se impone el notario, el<br />

abogado, el ejecutivo. Pero muy <strong>de</strong> vez en cuando triunfa Simbad.<br />

Estas palabras <strong>de</strong> Jacinto Antón también me acompañan en esta<br />

aventura:<br />

«¿Quién no se ha perdido alguna vez? Per<strong>de</strong>rse forma parte <strong>de</strong> la<br />

experiencia humana. Nos per<strong>de</strong>mos <strong>de</strong> niños, nos per<strong>de</strong>mos <strong>de</strong><br />

adultos, nos per<strong>de</strong>mos al enamoramos y nos per<strong>de</strong>mos inexorable y<br />

<strong>de</strong>finitivamente entre las brumas <strong>de</strong> la vejez. Pero hay gente que se<br />

pier<strong>de</strong> más, que casi han hecho <strong>de</strong> per<strong>de</strong>rse un <strong>de</strong>safió, sino un<br />

<strong>de</strong>stino. Son <strong>los</strong> que se a<strong>de</strong>ntran en <strong>los</strong> confines, <strong>los</strong> que escapan <strong>de</strong><br />

<strong>los</strong> caminos trillados, <strong>los</strong> que buscan nuevas sendas, retos y<br />

horizontes. Famosos aventureros y exploradores se han perdido a<br />

www.lectulandia.com - Página 173

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