12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

no <strong>de</strong>jamos <strong>de</strong> hablarnos ni <strong>de</strong> ser amigos.<br />

—Si, es cierto. Pero creo que no valoré con justicia tus<br />

sentimientos.<br />

—Siempre me caíste bien. Fuiste <strong>de</strong>cente, generoso y buen<br />

consejero. ¿Te acuerdas que te conté que tenía una hija, que no la<br />

veía y que saber que estaba lejos me atormentaba?<br />

—Sí, claro —mentí <strong>de</strong> forma automática, pues la verdad era que no<br />

recordaba <strong>de</strong> qué me estaba hablando Claudia.<br />

—<strong>La</strong> busqué así como me dijiste, hablé con ella y ahora está<br />

viviendo conmigo. Nunca he sido tan feliz. Me retiré <strong>de</strong> ese trabado y<br />

estoy en una fábrica <strong>de</strong> ropa. No gano mucho, pero haciendo<br />

esfuerzos me alcanza para la niña y para mí… Y todo eso te lo <strong>de</strong>bo<br />

a ti. Por eso vine a saber cómo estabas.<br />

Era un relato enternecedor. Lo absurdo <strong>de</strong> la situación era que el<br />

consejo seguramente se lo había dado en medio <strong>de</strong> algún viaje <strong>de</strong><br />

marihuana o <strong>de</strong> metanfetamina, pues no sabía en qué momento se<br />

me había ocurrido hablarle <strong>de</strong> buscar a su hija y vivir con ella.<br />

Conversamos unas dos horas, nos reímos <strong>de</strong> algunas bromas que nos<br />

hicimos <strong>de</strong> lado y lado, y al final me entregó una bolsa <strong>de</strong> frutas que<br />

me traía <strong>de</strong> regalo, se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> mí y se fue <strong>de</strong>jando <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> ella<br />

una estela <strong>de</strong> bienestar y armonía que hacía mucho tiempo no sentía.<br />

Es increíble que a veces <strong>los</strong> mejores gestos nos llegan <strong>de</strong> las personas<br />

que menos esperamos.<br />

En la última semana nos visitó un grupo <strong>de</strong> psiquiatras que<br />

venían a informarse <strong>de</strong> <strong>los</strong> tratamientos que brindaba la clínica y a<br />

comprobar sus resultados. Pasearon por <strong>los</strong> pasil<strong>los</strong>, hablaron con<br />

algunos <strong>de</strong> <strong>los</strong> enfermos y luego se concentraron en un salón <strong>de</strong><br />

conferencias. Entre el<strong>los</strong>, se <strong>de</strong>stacaba un médico joven, apuesto,<br />

dueño <strong>de</strong> sí, que sin embargo guardó la distancia con un aire <strong>de</strong> tedio<br />

que le daba cierta superioridad. Lo reconocí enseguida, en el primer<br />

vistazo, y el corazón me empezó a latir a toda velocidad. <strong>La</strong><br />

vergüenza me obligó a escon<strong>de</strong>rme en mi habitación, y <strong>de</strong>spués,<br />

temiendo que en ella no estuviera a salvo, salí a <strong>los</strong> jardines y<br />

busqué el rincón más escondido mientras pasaba el peligro.<br />

Sí, eras tú, viejo, en una visita <strong>de</strong> rutina, y por fortuna no me<br />

viste aquella tar<strong>de</strong>. Pero yo a ti sí, y no quise que nuestro<br />

reencuentro fuera en esos términos, yo como paciente y tú<br />

observándome <strong>de</strong>s<strong>de</strong> tu altivez <strong>de</strong> médico prestante a quien lo espera<br />

un futuro prometedor, yo como el per<strong>de</strong>dor y fracasado que se había<br />

refugiado en las drogas y en el alcohol para soportar toda su<br />

cobardía y su bajeza, y tú como el estudiante brillante que había<br />

www.lectulandia.com - Página 97

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!