La melancolia de los feos - Mario Mendoza
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.
León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.
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más insignificantes y así po<strong>de</strong>r tomar conciencia y enfrentar lo que se me<br />
va a venir encima, encarar con absoluta entereza la <strong>de</strong>cisión que he<br />
tomado…<br />
—¿Cree que se va a suicidar? —preguntó ella frunciendo el ceño unos<br />
segundos.<br />
—No lo sé. Por eso quiero hablar con él —aseguré guardando la carta<br />
otra vez <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la chaqueta.<br />
Fanny miró a través <strong>de</strong> la ventana y sus ojos negros se perdieron en un<br />
pasado que le disgustaba y que le dolía recordar:<br />
—Yo lo quise mucho, lo quise <strong>de</strong> verdad… <strong>La</strong> gente no entendía por<br />
qué me había enamorado <strong>de</strong> un hombre con problemas físicos… <strong>La</strong> gente<br />
vive apegada a las apariencias… Yo venía <strong>de</strong> una historia terrible y había<br />
perdido toda la fe en <strong>los</strong> hombres… Y <strong>de</strong> pronto apareció él, tan gentil, tan<br />
<strong>de</strong>cente, tan inteligente, tan cuidadoso en su trato conmigo… Nos hicimos<br />
amigos al principio y <strong>de</strong>spués fue evi<strong>de</strong>nte que nos necesitábamos el uno<br />
al otro… Pero yo creo que las habladurías <strong>de</strong> la gente le hacían más daño<br />
a él que a mí… No podía creer <strong>de</strong> verdad en mi amor… Dudaba, se<br />
atormentaba, sufría… Yo creo que por eso <strong>de</strong>cidió abandonarme e irse…<br />
<strong>La</strong> gente le <strong>de</strong>cía que tar<strong>de</strong> o temprano yo me iría con otro, que lo <strong>de</strong>jaría<br />
en la calle, que lo estafaría, que solo me interesaba el dinero… Y él<br />
terminó por creerles a el<strong>los</strong>, no a mí…<br />
Fanny se limpió un par <strong>de</strong> lágrimas que le rodaban por las mejillas.<br />
—Excúseme, no le he ofrecido nada… Dirá que tan maleducada…<br />
¿Quiere una limonada?<br />
—Sí, gracias.<br />
Ella salió y cruzó la sala-comedor hacia la cocina. Afuera se<br />
escuchaba la algarabía <strong>de</strong> <strong>los</strong> jóvenes que jugaban el partido <strong>de</strong> microfútbol.<br />
Tuve la sensación <strong>de</strong> haber estado en esa misma situación antes,<br />
exactamente en el mismo lugar y a la misma hora, un déjà vu que mi<br />
cerebro activaba <strong>de</strong> manera extraña e incomprensible. Fanny regresó con<br />
dos grasos <strong>de</strong> limonada servidos en antiguos frascos <strong>de</strong> mermelada.<br />
—Fanny, no quiero convertirme en una visita pesada y <strong>de</strong>sagradable,<br />
pero quiero preguntarle si sabe para dón<strong>de</strong> se fue Alfonso, qué rumbo<br />
tomó <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> usted…<br />
—No, no lo sé… El hablaba mucho <strong>de</strong>l mar, <strong>de</strong> barcos, <strong>de</strong> hombres<br />
que le habían dado la vuelta al mundo so<strong>los</strong> en sus veleros… Era su tema<br />
preferido… Una obsesión… Tal vez esté en un puerto, tal vez haya<br />
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