12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

obligara a regresar al hotel y encerrarme en mi cuarto <strong>los</strong> días<br />

restantes.<br />

Pero lo que te quiero contar es otra cosa, viejo: había creído<br />

siempre que ese momento iba a ser mágico, <strong>de</strong>slumbrante, no sé,<br />

pleno <strong>de</strong> revelaciones internas. Y no, no fue así. Meterme en el mar,<br />

primero hasta las rodillas y <strong>de</strong>spués hasta el cuello, no fue una<br />

experiencia sobrecogedora ni fascinante. Me quedé igual, como si<br />

nada, mirando el horizonte con una cierta <strong>de</strong>silusión que me hundió<br />

en una tristeza <strong>de</strong> la que no supe cómo escapar. Extrañé mis gramos<br />

<strong>de</strong> cocaína o mis porros que hubieran transformado ese fracaso en<br />

un instante rebosante <strong>de</strong> satisfacción. Pero no, ahí estaba yo, con mi<br />

cuerpo inclinado, con mi barriga prominente y con <strong>los</strong> ojos aguados<br />

sintiendo la caricia <strong>de</strong> las olas contra mi piel apergaminada,<br />

acongojado, <strong>de</strong>primido, a punto <strong>de</strong> echarme a llorar. ¿Por qué? ¿De<br />

dón<strong>de</strong> me venía esa tristeza tan gran<strong>de</strong>?<br />

No soy psiquiatra ni psicoanalista, pero he leído al respecto varios<br />

libros, y creo que la conexión con el mar es una conexión materna,<br />

que cruza <strong>los</strong> tiempos y llega hasta nuestros primeros días <strong>de</strong><br />

gestación, cuando empezamos a <strong>de</strong>sarrollarnos en esa bolsa líquida,<br />

en esa primera burbuja inicial. Y claro, no pu<strong>de</strong> evitar que mi<br />

imaginación me recordara lo que yo sabía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> niño: que mi<br />

embarazo no había sido un motivo <strong>de</strong> alegría para mi madre, sino<br />

una tortura, una angustia permanente, un suplicio que la perseguía a<br />

todas partes. Imagínate lo que <strong>de</strong>be ser un engendro creciendo <strong>de</strong>ntro<br />

<strong>de</strong> tu cuerpo, un tumor, un pedazo <strong>de</strong> carne maligno que es producto<br />

<strong>de</strong> una violación o <strong>de</strong> una serie <strong>de</strong> violaciones. Entonces, mientras<br />

seguía sintiendo las olas chocando contra mis piernas <strong>de</strong>lgadas y<br />

enclenques, me hice las preguntas pertinentes: ¿Había intentado mi<br />

madre abortarme? ¿Se había golpeado contra las pare<strong>de</strong>s buscando<br />

herir a ese ser perverso que mes a mes continuaba alimentándose <strong>de</strong><br />

su sangre? ¿Había tomado venenos o pastillas abortivas? ¿Se había<br />

introducido ganchos o agujas <strong>de</strong> tejer por la vagina buscando<br />

reventar esa bolsa don<strong>de</strong> yo seguía aferrándome a una existencia<br />

maligna?<br />

No sé si compren<strong>de</strong>s mi situación, viejo, si te haces una imagen<br />

correcta. Si lo que yo imaginaba había sido verdad, significaba que<br />

durante esos nueve meses, esa burbuja <strong>de</strong> líquido amniótico no había<br />

sido para mí, como sí lo era para la mayoría <strong>de</strong> la gente, un lugar<br />

seguro. No, todo lo contrario, para mí ese sitio había sido mi primera<br />

amenaza, el primer territorio minado, la primera trampa. Y esa<br />

situación me hundió en un vértigo que me obligó a salir <strong>de</strong>l mar<br />

www.lectulandia.com - Página 151

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!