12.09.2018 Views

La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

tiempo extra.<br />

—¿Y no te gustaría que me quedara esta noche a dormir contigo?<br />

Yo sabía que una noche completa costaba una cifra que superaba<br />

mi presupuesto.<br />

—No te puedo pagar una cosa así —le confesé bajando la mirada<br />

avergonzado.<br />

—Yo no te estoy cobrando. Si quieres, me quedo —dijo ella con una<br />

sonrisa <strong>de</strong> picardía, como si me estuviera proponiendo que nos<br />

robáramos una chocolatina en un supermercado.<br />

Me pareció rarísimo que una mujer tan bella <strong>de</strong>cidiera quedarse a<br />

dormir con un engendro como yo.<br />

—Dormir contigo sería como si le permitieran a un con<strong>de</strong>nado a<br />

ca<strong>de</strong>na perpetua pasar un día libre en un parque <strong>de</strong> diversiones. Uno<br />

regresa <strong>de</strong>spués a su celda renovado y aguanta lo que sea.<br />

—No seas tan exagerado, corazón —dijo Lucía riéndose.<br />

Para resumirte la historia, viejo, te diré que esa noche cocinamos<br />

juntos, buscamos una película en la televisión y terminamos<br />

durmiendo <strong>de</strong> medio lado, yo abrazándola a ella (al revés, como te<br />

podrás imaginar por mi joroba, es imposible). A la mañana siguiente,<br />

me <strong>de</strong>sperté enamorado <strong>de</strong> Lucía, no quería per<strong>de</strong>rla por nada <strong>de</strong>l<br />

mundo. Nos vimos con regularidad cerca <strong>de</strong> tres semanas. Algunas<br />

veces le pagaba y otras no. Siempre se quedaba a dormir conmigo y<br />

yo me levantaba extasiado, como si me acabara <strong>de</strong> <strong>de</strong>spertar en el<br />

paraíso. Pero una noche Lucía salió cabizbaja, con cara <strong>de</strong><br />

preocupación y jamás regresó. En el teléfono personal que me había<br />

dado me dijeron que ya no vivía allí y que se había mudado sin dar<br />

ninguna dirección. En el teléfono <strong>de</strong> acompañantes me dijeron que ya<br />

no trabajaba en ese lugar, pero que si quería otra chica me la<br />

enviaban enseguida. Lucía había <strong>de</strong>saparecido <strong>de</strong> la noche a la<br />

mañana sin <strong>de</strong>spedirse, sin dar explicación alguna y sin <strong>de</strong>jar rastros<br />

tras <strong>de</strong> sí.<br />

Yo empecé a sufrir <strong>de</strong> alucinaciones: soñaba que la habían<br />

secuestrado, la veía amarrada en un rincón o enca<strong>de</strong>nada en un<br />

sótano maloliente, <strong>de</strong>speinada, amarilla, famélica. No pu<strong>de</strong> volver a<br />

bañarme porque sentía la presencia física <strong>de</strong> ella en la ducha, su olor,<br />

las formas rotundas <strong>de</strong> su cuerpo. Perdí el apetito, mi cuarto era una<br />

pocilga, dormía con la ropa <strong>de</strong>l día, no salía a la calle jamás.<br />

Hermelinda, mi empleada <strong>de</strong> siempre, <strong>de</strong>cidió llamar a la clínica<br />

don<strong>de</strong> yo me había hospitalizado y enviaron un psiquiatra a<br />

revisarme. Por primera vez me dio miedo enloquecerme <strong>de</strong> verdad y<br />

me di cuenta <strong>de</strong> que la herencia esquizofrénica <strong>de</strong> mi madre estaba<br />

www.lectulandia.com - Página 160

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!