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La melancolia de los feos - Mario Mendoza

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso grabado: La Melancolía. El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler, lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto, sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la furia de los océanos.

León Soler es un psiquiatra soltero y sin hijos que se acerca a los
cuarenta años y sigue atrapado en una rutina poco feliz y carente
de brillo. Vive apenas obsesionado con su profesión, hasta que
una mañana recibe una extraña carta en su consultorio. Va sin
remitente y tiene el dibujo de un murciélago que sostiene un letrero
con el mismo término que usó el artista Durero en su famoso
grabado: La Melancolía.
El contenido de esa y futuras correspondencias sacudirán a Soler,
lo llevarán al pasado de su niñez y lo moverán emocionalmente en
el presente para tratar de encontrar a su viejo amigo, Alfonso
Rivas, un hombre deforme, enano y jorobado que le ha devuelto,
sin saberlo, el favor más grande: salvarlo del extravío como solo un
navegante es capaz de encontrarse a sí mismo mientras sortea la
furia de los océanos.

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imbecilidad que <strong>los</strong> convierte en seres inferiores que no pue<strong>de</strong>n ver<br />

más allá <strong>de</strong>l reflejo que les regresa el espejo, el estanque o la selfie<br />

que disparan una y otra vez <strong>de</strong>s<strong>de</strong> sus teléfonos celulares. <strong>La</strong> vejez y<br />

la muerte, las dos gran<strong>de</strong>s pruebas <strong>de</strong> la vida, son mucho más<br />

lleva<strong>de</strong>ras para un feo que para un bello. Lo mismo suce<strong>de</strong> con la<br />

pobreza y la enfermedad: el feo está mejor preparado para<br />

enfrentarlas.<br />

Si te fijas bien, viejo, hay algo maravil<strong>los</strong>o en la fealdad <strong>de</strong> la<br />

bruja <strong>de</strong> <strong>los</strong> relatos populares. Ella está enchufada a otra dimensión,<br />

piensa <strong>de</strong> otro modo, percibe multiplicida<strong>de</strong>s, crea mundos parale<strong>los</strong>.<br />

<strong>La</strong> princesa solo se contempla en el espejo. Aunque en apariencia <strong>los</strong><br />

bel<strong>los</strong> tienen acceso al po<strong>de</strong>r y gobiernan el mundo, en secreto, <strong>de</strong> un<br />

modo invisible, son realmente <strong>los</strong> <strong>feos</strong> <strong>los</strong> que conducen el minado<br />

hacia <strong>de</strong>lante, <strong>los</strong> que lo impulsan. Los bel<strong>los</strong> lo que <strong>de</strong>sean es que<br />

nada cambie, que su belleza permanezca intacta. Aman quedarse en<br />

su zona <strong>de</strong> confort. Los <strong>feos</strong>, en cambio, aman ir más allá,<br />

abandonarse, <strong>de</strong>jarse atrás. No hay nada a qué apegarse. El mundo<br />

está gobernado por <strong>los</strong> bel<strong>los</strong> (la moda, las pancartas, <strong>los</strong> actores <strong>de</strong><br />

cine y televisión, las propagandas, <strong>los</strong> gimnasios, <strong>los</strong> cantantes, <strong>los</strong><br />

bailarines, la publicidad), pero se mueve gracias a <strong>los</strong> <strong>feos</strong>, a <strong>los</strong> que<br />

estamos <strong>de</strong>trás empinando, modificando, inventando.<br />

Así que con el paso <strong>de</strong>l tiempo <strong>de</strong>jé <strong>de</strong> ser un torturador, un<br />

violador, un psicópata, y me fui convirtiendo en un predicador, en un<br />

mensajero, en un monje que traía una buena nueva: tengo el po<strong>de</strong>r<br />

<strong>de</strong> extirparte un tumor que tar<strong>de</strong> o temprano te acabará: tú mismo.<br />

Mis ataques en la red se podían resumir en un solo mensaje: no te<br />

aferres a ti mismo, no eres nada, no eres nadie. De algún modo<br />

curioso, <strong>los</strong> ponía a prueba, <strong>los</strong> convertía en un Job <strong>de</strong>sprovisto <strong>de</strong> su<br />

fortuna y su buena suerte. Un buen día se levantaban y estaban en<br />

cuidados intensivos con una venda en la cara, recién violados y con<br />

varios huesos rotos. <strong>La</strong> <strong>de</strong>formidad como iluminación, como una<br />

salida <strong>de</strong>l ego, <strong>de</strong>l yo, que tanto daño nos hace. ¿Querías convertirte<br />

en un ser armonioso y bronceado que iba a pasearse por las calles<br />

para que todo el mundo te admirara? ¿Pasabas largas jornadas en el<br />

gimnasio para endurecer tus abdominales y fortalecer cada músculo<br />

<strong>de</strong> tu cuerpo? ¿Querías dar la impresión <strong>de</strong> alguien saludable, bien<br />

proporcionado, a quien la ropa <strong>de</strong> moda le quedaba a la perfección?<br />

Pues no, a refregarle tu dinero y tu buena pinta a tu puta madre. Un<br />

buen día te tropezabas conmigo y empezabas a <strong>de</strong>scen<strong>de</strong>r por <strong>los</strong><br />

círcu<strong>los</strong> <strong>de</strong>l infierno: te quedabas sin ojos, sin <strong>de</strong>dos, con el ano y el<br />

sexo <strong>de</strong>strozado, y dabas aullidos en sótanos malolientes sin que<br />

www.lectulandia.com - Página 146

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