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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

<strong>la</strong> jerga en uso, es por culpa nuestra. Somos burgueses con manías curiosas: no po<strong>de</strong>mos<br />

hacer <strong>la</strong> digestión sin un rato <strong>de</strong> folletín. Pero <strong>la</strong> cosa no tiene mayor importancia.<br />

Seamos justos con los ataques al pudor (sin lesiones). Son muy naturales. Y todo lo natural es<br />

inocente.<br />

GENERALIDADES<br />

El general Keim, en <strong>la</strong> fiesta celebrada por <strong>la</strong> Liga Naval alemana en Jena, hizo algunas<br />

<strong>de</strong>c<strong>la</strong>raciones heroicas. Lamentó <strong>la</strong> <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong> <strong>la</strong> diplomacia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el tiempo <strong>de</strong> Bismarck.<br />

“Nuestra diplomacia, dijo, no necesita ir por el globo con zapatil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> fieltro. Se <strong>de</strong>be adoptar<br />

un tono más enérgico, pues según el tono es <strong>la</strong> música”. Sin duda que a <strong>la</strong> música <strong>de</strong> Bismarck<br />

no le faltaba energía: “el primer aviso que <strong>la</strong>s potencias recibirán <strong>de</strong> nuestras intenciones, rugía<br />

el canciller <strong>de</strong> hierro en 1875, será el trueno <strong>de</strong> los cañones prusianos en <strong>la</strong> Champaña”. ¡Nada<br />

<strong>de</strong> zapatil<strong>la</strong>s <strong>de</strong> fieltro! Con Bismarck no pa<strong>de</strong>ceríamos <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ga socialista. Aquel bárbaro <strong>de</strong><br />

genio, que tantas ganas tenía <strong>de</strong> arrasar París, anunciaba: “si <strong>la</strong>s gran<strong>de</strong>s ciuda<strong>de</strong>s continúan<br />

siendo foco <strong>de</strong> revueltas y perturbando los países, <strong>la</strong>s tiraremos por tierra”. Y lo curioso es que<br />

Bismarck no estaba más contento que el general Keim; se quejaba <strong>de</strong> que su rey era<br />

<strong>de</strong>masiado honrado…<br />

“Los que afirman, continuó el general Keim, que en lo futuro no habrá guerras, están maduros<br />

para un asilo <strong>de</strong> lunáticos; una <strong>de</strong>rrota será el aniqui<strong>la</strong>miento <strong>de</strong> Alemania, porque el mundo<br />

entero está contra nosotros… La guerra vendrá <strong>de</strong>l conflicto entre los intereses económicos…<br />

Temo que nuestra superioridad militar no exista ya en sus antiguas proporciones…”<br />

De acuerdo con <strong>la</strong> célebre frase, hay casas en que los hombres encierran a los locos, para<br />

hacer creer que los <strong>de</strong>más no lo son. Y los locos opinan igual que los cuerdos. Cuando un<br />

pupilo se cura, sus compañeros <strong>de</strong> manicomio cuchichean con lástima: “ha perdido <strong>la</strong> razón; lo<br />

han encerrado afuera”. Pero es que para encerrar al prójimo no basta ser cuerdo; es preciso ser<br />

el más fuerte. Si el general Keim -en juicio sumarísimo, propio <strong>de</strong> un jefe- nos da por locos a<br />

cuantos creemos en el advenimiento final <strong>de</strong> <strong>la</strong> paz, podríamos darle por loco a él; lo difícil sería<br />

encerrarle. En Buenos Aires, un <strong>de</strong>mente, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> casi <strong>de</strong>gol<strong>la</strong>r a un distraído compañero<br />

<strong>de</strong> tranvía, se instaló en un árbol y resistió allí toda una noche a un regimiento <strong>de</strong> polizontes. La<br />

empresa <strong>de</strong> encerrar al general Keim, en su calidad <strong>de</strong> general, frente a su disciplinada división,<br />

sería terrible. Probablemente él con su ejército nos encerraría a nosotros, y es lo que ha pasado<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> los principios <strong>de</strong> <strong>la</strong> historia.<br />

Reflexionemos, como hacen los cuerdos y los locos. Decir que Alemania produce tal artículo, y<br />

que lo ven<strong>de</strong> a tal precio, es una peligrosa inexactitud. Alemania no se compone únicamente <strong>de</strong><br />

los ven<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> ese artículo. Se compone también <strong>de</strong> consumidores. Los industriales ven<strong>de</strong>n<br />

a seis, y lucran. El general Keim se frota <strong>la</strong>s manos. He aquí que en Ing<strong>la</strong>terra, por ejemplo, los<br />

industriales consiguen ven<strong>de</strong>r a cinco. Entonces el general Keim se enfurece. Empieza por<br />

atrancar <strong>la</strong>s aduanas y obligar a los consumidores alemanes a comprar siempre a seis. Queda<br />

el comercio exterior; surge <strong>la</strong> cuestión <strong>de</strong> los armamentos. Es necesario que los consumidores<br />

extranjeros sigan comprando a seis, o que Ing<strong>la</strong>terra, para evitar <strong>la</strong> lucha, renuncie a ven<strong>de</strong>r a<br />

cinco. Y se construyen Dreadnoughts con el dinero <strong>de</strong> los excelentes consumidores germanos,<br />

que a costa <strong>de</strong> sacrificios innumerables logran pagar sus cosas lo más caro posible. Y un buen<br />

día se les pi<strong>de</strong> <strong>la</strong> vida, y se <strong>la</strong> entregan al general Keim en silencio. Lo patriótico, lo sagrado, es<br />

comprar a seis…<br />

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