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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

El anarquista. – Quisiera sobre todo sentarme a tu mesa. Tengo hambre <strong>de</strong> veinte siglos, y <strong>la</strong><br />

hostia es ya escaso alimento para nuestros estómagos. Nos hemos convencido <strong>de</strong> que Dios<br />

nos engañaba, porque estaba <strong>de</strong> acuerdo con uste<strong>de</strong>s para ponernos una mordaza mística. Si<br />

para ti acabaron <strong>la</strong>s guerras caballerescas o sagradas, para mí acabó <strong>la</strong> aventura y el botín. Era<br />

perro <strong>de</strong> presa, y no bestia <strong>de</strong> carga. Yo quedé igualmente <strong>de</strong>stituido <strong>de</strong> poesía. Derramaba<br />

sangre roja, y chorreo sudor sucio. Hemos perdido <strong>la</strong> fe. Nos cansamos <strong>de</strong> fabricar su riqueza<br />

estúpida. De su oro no salen ya templos, ni <strong>de</strong> su corazón muerto, empresas sublimes. Han<br />

envejecido <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su lujo inútil, mientras nosotros, <strong>de</strong>snudos y <strong>de</strong>sesperados, nos<br />

conservábamos jóvenes. Y en nuestra locura emancipación <strong>la</strong>nzamos <strong>la</strong> muerte a <strong>la</strong> cabecera<br />

<strong>de</strong>l banquete. Con un gesto suicida <strong>de</strong>capitamos <strong>la</strong>s naciones.<br />

El rey. – Las testas retoñan.<br />

El anarquista. – Pero somos innumerables. Cuchicheamos <strong>de</strong> un extremo a otro <strong>de</strong>l mundo, y<br />

sentimos en nuestro pecho <strong>la</strong> l<strong>la</strong>ma feroz <strong>de</strong> <strong>la</strong>s sectas primitivas. Morimos envueltos en un<br />

misterio terrible. La tortura, al hacer crujir nuestros huesos en <strong>la</strong> noche <strong>de</strong> los ca<strong>la</strong>bozos,<br />

consagra para siempre nuestra agonía. Somos <strong>la</strong> fatídica religión nueva, bautizada <strong>de</strong><br />

crímenes.<br />

El rey. – Somos fuertes. El dinero amural<strong>la</strong> nuestras vidas. Guardamos en nuestra estirpe el<br />

honor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s razas. Todavía hay un cetro en nuestra mano y un prestigio en nuestra figura.<br />

Tornamos a ser héroes <strong>de</strong> un momento. Un pueblo alucinado disloca <strong>la</strong> historia y me ac<strong>la</strong>ma<br />

como en <strong>la</strong> Edad Media. Subiré al tá<strong>la</strong>mo regio cubierto <strong>de</strong>l glorioso horror <strong>de</strong>l combate, y seré<br />

para mi b<strong>la</strong>nca princesita <strong>de</strong>l Norte un príncipe <strong>de</strong> verdad.<br />

TEORÍA DEL HONOR Y DEL INSULTO<br />

Don Tomás. – Me encuentra usted leyendo un bonito artículo.<br />

Don Angel. – ¿Usted, que no toca nunca los diarios?<br />

Don Tomás. – Es que este artículo pertenece a una categoría especial: es insultante. Los<br />

movimientos <strong>de</strong>l odio me interesan. Por una casualidad dichosa, sé que una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s acusaciones<br />

aquí <strong>la</strong>nzadas no tiene base física. Se trata <strong>de</strong> un abogado que retuvo algunos días en su casa<br />

<strong>la</strong>s joyas y efectos <strong>de</strong> una cliente suya, <strong>la</strong> cual se había ausentado <strong>de</strong> pronto, exponiendo el<br />

valioso equipaje al robo irremediable y anónimo. Bajo inventario, <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> testigos y según<br />

acta varias veces publicada, el abogado <strong>de</strong>pósito el cuerpo <strong>de</strong>l futuro <strong>de</strong>lito en <strong>la</strong>s arcas <strong>de</strong>l<br />

juez. ¡Pues nada! A pesar <strong>de</strong> tan sencil<strong>la</strong>s pruebas, el pobre hombre, mientras viva, pasará por<br />

<strong>la</strong>drón <strong>de</strong> alhajas. Cuando usted llegó, me hal<strong>la</strong>ba yo reflexionando sobre <strong>la</strong> bel<strong>la</strong> fecundidad <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> mentira.<br />

Don Angel. – Lo cierto es que <strong>la</strong> verdad no tiene valor social. En cambio los errores comunes<br />

son bastante robustos para llevar el peso <strong>de</strong> una civilización. Un ataque personal que no<br />

inventa y adorna, <strong>de</strong> acuerdo con el ambiente, un ataque fundado en hechos verificables no<br />

ap<strong>la</strong>sta. Nadie cree <strong>la</strong> verdad. Lo que se <strong>de</strong>muestra se refuta. Lo que se sugiere, vence. La<br />

verdad no afirma: duda. No afrenta: explica. La mentira mata. No es <strong>la</strong> luz <strong>la</strong> que mancha, sino<br />

el lodo. ¿Cómo <strong>de</strong>shonrar al prójimo sin <strong>de</strong>shonrarnos nosotros mismos? Somos solidarios. La<br />

única acción justa sería compren<strong>de</strong>r, perdonar y curar.<br />

Don Tomás. – Se pue<strong>de</strong> sostener en efecto que <strong>la</strong> verdad no es humana. Si nos<br />

emancipáramos un poco <strong>de</strong> Lamarck, nos fijaríamos, no sólo en <strong>la</strong> influencia <strong>de</strong>l medio sobre <strong>la</strong><br />

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