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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

social conviene huir <strong>de</strong>l análisis. Ignoremos cómo se fundó <strong>la</strong> riqueza en <strong>la</strong> historia, y cómo se<br />

engendra y acumu<strong>la</strong> en el presente.<br />

Don Tomás. – Nada <strong>de</strong> remontarnos al Génesis, don Angel. Con <strong>la</strong> última edición <strong>de</strong>l código en<br />

<strong>la</strong> mano, pue<strong>de</strong> usted perseguir a su sirvienta. ¿Sí o no?<br />

Don Angel. – No es <strong>la</strong> única atrocidad que el código me permite y recomienda. ¡Usted, químico<br />

y biólogo, <strong>de</strong>voto <strong>de</strong> una recopi<strong>la</strong>ción <strong>de</strong> leyes bárbaras!<br />

Don Tomás. – La química es una disciplina y un or<strong>de</strong>n. La biología también. Ciencia es or<strong>de</strong>n.<br />

Pensar es or<strong>de</strong>nar. Por bárbaras que <strong>la</strong>s leyes sean, constituyen una razón y un instrumento <strong>de</strong><br />

or<strong>de</strong>n. Protegen mi <strong>la</strong>boratorio.<br />

Don Angel. – La química no es un código. Un verda<strong>de</strong>ro químico procura no servirle, sino<br />

contra<strong>de</strong>cirle, y traerle cosas nuevas, bril<strong>la</strong>ntes e inseparables. Cada <strong>de</strong>scubrimiento es una<br />

revolución, gran<strong>de</strong> o chica, y progresar es <strong>de</strong>scubrir. Cada <strong>de</strong>scubrimiento es un <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n y el<br />

afán <strong>de</strong> usted <strong>de</strong>be ser <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nar <strong>la</strong> química.<br />

Don Tomás. – Al <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>nar<strong>la</strong> provisoriamente para reorganizar<strong>la</strong> mejor, obe<strong>de</strong>zco al or<strong>de</strong>n<br />

soberano <strong>de</strong> mi espíritu.<br />

Don Angel. – Yo también, cuando encuentro en el código el <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l crimen y <strong>de</strong> lo<br />

antihumano. Mi sirvienta no tenía motivos especiales <strong>de</strong> aborrecerme. Entró en casa f<strong>la</strong>ca y<br />

medio <strong>de</strong>snuda, como suelen entrar todas. María <strong>la</strong> ayudaba. La hembra macilenta comía<br />

mucho y trabajaba poco. Por <strong>la</strong>s noches llevaba un gran puchero colmado al rancho don<strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

esperaban sus pequeños. Yo los vi, <strong>la</strong>rvas miserables, <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong>l macho anónimo y brutal.<br />

Yo los vi, sucios, escuálidos, negros. Parecían arañitas hambrientas. La madre, al cabo <strong>de</strong> dos<br />

meses, salió <strong>de</strong> aquí robusta y alegre, dispuesta a empren<strong>de</strong>r otra vez <strong>la</strong> lucha <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida…<br />

Don Tomás. – Y con los veinticinco pesos <strong>de</strong> usted en el bolsillo. ¡Cuánto agra<strong>de</strong>cimiento!<br />

Don Angel. – ¿Agra<strong>de</strong>cimiento? ¿A nosotros? Ellos, los pobres y <strong>de</strong>spreciados, no tienen que<br />

agra<strong>de</strong>cernos a nosotros, los ricos y <strong>de</strong>centes, mientras sigamos ricos y ellos pobres. Nuestra<br />

limosna insultante con sus pretensiones grotescas <strong>de</strong> caridad, aumenta <strong>la</strong> <strong>de</strong>uda en lugar <strong>de</strong><br />

aliviar<strong>la</strong>. Los hijos <strong>de</strong> mi sirvienta dan asco y miedo. Los míos son ángeles resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>cientes, y<br />

quizá no los ame yo tanto como el<strong>la</strong> a los suyos. ¡Deuda formidable! ¿Seré bastante imbécil<br />

para suponer<strong>la</strong> pagada con veinticinco pesos?<br />

Don Tomás. – Mi buen amigo, es usted un tipo encantador y absurdo. Admita siquiera que esa<br />

criada no es discreta, al abandonar a personas que <strong>la</strong> tratan inicuamente, según usted, pero<br />

mucho menos inicuamente que otras. Pier<strong>de</strong> en el cambio.<br />

Don Angel. – ¡Ah, fisiólogo! Cuando <strong>la</strong> <strong>de</strong>sgraciada vino estaba <strong>de</strong>masiado débil para tener<br />

conciencia <strong>de</strong> su <strong>de</strong>recho. Quería pan, aunque fuera a palos. Prefería un régimen injusto a <strong>la</strong><br />

muerte. Yo mojé su pan en leche y en vino, y no <strong>la</strong> apaleé. Recobró sus fuerzas, y comprendió<br />

<strong>la</strong> ignominia <strong>de</strong> su oficio y <strong>de</strong>l mío. Bien alimentada, practicó <strong>la</strong> justicia. Sacudió el yugo, y se<br />

evadió <strong>de</strong> su cárcel, contentándose con veinticinco pesos, in<strong>de</strong>mnización exigua <strong>de</strong> una<br />

herencia <strong>de</strong> dolores.<br />

Don Tomás. – ¡Sirvienta extraordinaria, encarnación <strong>de</strong> <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as re<strong>de</strong>ntoras <strong>de</strong>l siglo XX!<br />

Don Angel. – Sin duda. En cuanto se repongan <strong>de</strong> su anemia, todos los proletarios opinarán lo<br />

mismo.<br />

Don Tomás. – Y nos quedaremos sin química y sin literatura.<br />

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