Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />
El personaje. – Desempeñamos nuestra misión. ¿Quién orienta a los pueblos? Nosotros. No<br />
necesitamos especializarnos. Nos bastan <strong>la</strong> inspiración <strong>de</strong>l patriotismo y algunas i<strong>de</strong>as<br />
generales para dirigir espiritualmente a nuestro país.<br />
El impertinente. – Si se contentaran con dirigirnos espiritualmente, no nos hubiéramos enterado<br />
nunca <strong>de</strong> su existencia. Nos resultan algo caros, pero nos resignaríamos a ese regu<strong>la</strong>r<br />
dispendio con tal que no nos molestaran todos los días. La prensa que les asesora y registra<br />
sus travesuras con afición <strong>de</strong> comadre, nos mete a <strong>la</strong> fuerza <strong>la</strong> nariz en su cocina.<br />
El personaje. – No extrañes esto. Lo que hacemos es <strong>de</strong> gran importancia.<br />
El impertinente. – ¡Bah! Es <strong>la</strong> raza y no los políticos quien hace <strong>la</strong>s cosas importantes. El<br />
porvenir <strong>de</strong> <strong>la</strong>s naciones sale <strong>de</strong>l trabajo, no <strong>de</strong> los discursos ni <strong>de</strong> <strong>la</strong>s disputas. Sus nobles<br />
empresas son insignificantes como sus infamias. Lo único que les pedimos los que nos<br />
ocupamos en algo útil, es que no cacareen tan alto, o que cacareen más bajo.<br />
EL NOVIO<br />
El doctor Mínguez. – (Tiene veinticinco años. Es inofensivo. Le gusta A<strong>de</strong><strong>la</strong>). Va haciendo<br />
menos calor.<br />
Doña Nico<strong>la</strong>sa. – Y más fresco.<br />
A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – Verdad. Anoche tuvimos que cerrar <strong>la</strong>s ventanas.<br />
El doctor Mínguez. – La mortalidad ha disminuido. Una temperatura excesiva favorece <strong>la</strong>s<br />
infecciones. Lo noto en mi clínica. ¿Y usted, don Tomás?<br />
Don Tomás. – Sí, joven. Aumentan los casos <strong>de</strong> salud, tan perjudiciales para nosotros.<br />
El doctor Mínguez. – ¡Qué gracioso! ¡Siempre tan gracioso! (Se ríe bastante). Usted, señorita<br />
A<strong>de</strong><strong>la</strong>, sí que es un bello caso <strong>de</strong> salud, <strong>de</strong> bel<strong>la</strong> salud.<br />
Doña Nico<strong>la</strong>sa. – Siempre <strong>la</strong> ha gozado. Se parece a su madre. A<strong>de</strong><strong>la</strong> es muy sana. No lo sabe<br />
usted bien.<br />
A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – No, nada <strong>de</strong> eso… como todo el mundo…<br />
Doña Nico<strong>la</strong>sa. – ¡Y una regu<strong>la</strong>ridad! A<strong>de</strong><strong>la</strong> tendrá hijos hermosos. Es como yo. Y como su<br />
abue<strong>la</strong>.<br />
A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – ¡Por Dios!... No sé… Yo no creo…<br />
El doctor Mínguez. – (Profesionalmente). Esos <strong>la</strong>bios, esas encías, esa <strong>de</strong>ntadura, señorita,<br />
<strong>de</strong>muestran lo que su señora madre dice… ¡Ese b<strong>la</strong>nco <strong>de</strong>l ojo!<br />
Doña Nico<strong>la</strong>sa. – ¡Y qué mucosas! ¡Espléndidas!<br />
Don Tomás. – Deja en paz a <strong>la</strong>s mucosas, Nico<strong>la</strong>sa.<br />
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