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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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Don Tomás. – Siéntate al piano un ratito.<br />

“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – ¿Y qué toco? Si estoy tan mal <strong>de</strong> los <strong>de</strong>dos… Hace días que no estudio.<br />

Don Tomás. – Toca cualquier cosa.<br />

A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – ¿”Tu <strong>de</strong>sdén me enloquece”?...<br />

Don Tomás. – Eso es.<br />

A<strong>de</strong><strong>la</strong>. – ¿O “Sospirt <strong>de</strong>l cuore”?<br />

Don Tomás. – Bueno.<br />

(La niña principia tranqui<strong>la</strong>mente a golpear <strong>la</strong>s tec<strong>la</strong>s).<br />

Don Tomás. – ¿Sufre usted?<br />

Don Angel. – Nada <strong>de</strong> eso. Mi pobre hermana tocaba lo mismo.<br />

Don Tomás. – Así hab<strong>la</strong>mos con <strong>la</strong> libertad, sin más inconveniente que alzar un poco <strong>la</strong> voz.<br />

Antes, cuando había que alejar a <strong>la</strong>s doncel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> una conversación escabrosa, se les enviaba,<br />

con cualquier pretexto, fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> habitación. Ahora se les ruega que se sienten al piano.<br />

Don Angel. – Nosotros char<strong>la</strong>mos <strong>de</strong> asuntos que aburren a A<strong>de</strong><strong>la</strong>. Es muy inteligente.<br />

Don Tomás. – Muy inteligente. Muy poco instruida. No me atrevo a enseñarle nada serio. Temo<br />

embrutecer<strong>la</strong>.<br />

Don Angel. – ¡Oh!, no estoy conforme.<br />

Don Tomás. – Es usted más joven que yo. Sus hijos no le preocupan todavía sino en lo<br />

referente al tubo digestivo. Deje que crezcan, y <strong>la</strong> experiencia le hará a usted pensar como yo.<br />

La ciencia, a usted y a mí, no nos ha <strong>de</strong>generado por completo. Yo, sobre todo, he resistido<br />

mucho.<br />

Don Angel. – Por lo contrario, me parece que el que combate y refuta <strong>la</strong> ciencia y no se somete<br />

soy yo…<br />

Don Tomás. – ¿Ve usted? La ciencia le ha puesto furioso. Le ha <strong>de</strong>sequilibrado. Yo <strong>la</strong> acepto<br />

socarronamente…<br />

(La niña concluye <strong>la</strong> primera parte).<br />

Don Tomás. – ¡Muy bien!<br />

Don Angel. – ¡Muy bien!<br />

Don Tomás. – ¡Sigue, sigue!<br />

Don Tomás. – Por ejemplo, <strong>la</strong> cuestión música. Mi hijo, Dios mediante, no saldrá nunca <strong>de</strong> sus<br />

valses, sus polcas y sus romanzas. Me resigno a escuchar, hasta que <strong>la</strong>s escuche su marido,<br />

esas piezas inevitables que para mí, felizmente, se reducen a una so<strong>la</strong>. Yo, a lo menos, soy ya<br />

incapaz <strong>de</strong> distinguir “Tú y yo” <strong>de</strong>l “L<strong>la</strong>nto <strong>de</strong> una viuda”. ¿Y usted?<br />

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