26.04.2013 Views

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

Espiaba horas enteras a Don Juan Bautista <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tapias; se atrevió al fin, repugnante y<br />

trému<strong>la</strong> a rogar que <strong>la</strong> <strong>de</strong>jara <strong>la</strong>varle <strong>la</strong> ropa. No sabía p<strong>la</strong>nchar con lustre, pero aprendió. El<br />

momento que se acercaba a Don Juan Bautista, y le entregaba, a él sólo, <strong>la</strong>s camisas y los<br />

calzoncillos impecables, era el momento radiante y feliz <strong>de</strong> su existencia humil<strong>de</strong>. Jamás aceptó<br />

un centavo por su faena <strong>de</strong>liciosa. Otras veces, traía a Don Juan Bautista <strong>la</strong> sandía he<strong>la</strong>da o el<br />

dulce melón que ha<strong>la</strong>gan <strong>la</strong> siesta, o los sabrosos duraznos, o simplemente, los tomates<br />

frescos, porotos, manteca, todo gratis, ¡y a costa <strong>de</strong> qué luchas, <strong>de</strong> qué lejanas<br />

peregrinaciones! Don Juan Bautista, jovial y satisfecho, se <strong>de</strong>jaba ido<strong>la</strong>trar.<br />

La virginal timi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Victoria le impedía expresar c<strong>la</strong>ramente sus <strong>de</strong>seos a quien se los<br />

inspiraba y los calmaría sin duda. Victoria anhe<strong>la</strong>ba seducir a Don Juan Bautista, obligarle a<br />

<strong>de</strong>c<strong>la</strong>rarse y a proponerle matrimonio. El<strong>la</strong> no tendría entonces más que murmurar sí y caer en<br />

los vibrantes brazos <strong>de</strong>l prometido. ¿Cómo hacer?<br />

El secretario <strong>de</strong> <strong>la</strong> municipalidad, un pequeño <strong>de</strong> cabeza <strong>de</strong> mono, le aconsejó que usara<br />

polvos y sombreros, como <strong>la</strong>s señoritas <strong>de</strong> <strong>la</strong> ciudad. La loca se aplicó <strong>la</strong>drillo molido en el<br />

rostro, y sobre el cráneo, en equilibrio un sombrero colosal que los chuscos le rega<strong>la</strong>ron, con<br />

plumas estrafa<strong>la</strong>rias. Así, marchaba Victoria, disfrazada y grave en pos <strong>de</strong> su sueño, entre <strong>la</strong>s<br />

risas <strong>de</strong> los vecinos. De primera actriz, había bajado a hacer <strong>de</strong> payasa, <strong>de</strong> bufón <strong>de</strong> <strong>la</strong> al<strong>de</strong>a.<br />

Durante varios meses, sobre los pastos, parecido a un buque empavesado, osciló el sombrero<br />

ridículo, símbolo <strong>de</strong> una ilusión <strong>de</strong>sesperada. Victoria enf<strong>la</strong>quecía, se <strong>de</strong>sanimaba; sus pobres<br />

pies <strong>de</strong>scalzos se cansaban <strong>de</strong> correr tras <strong>la</strong> quimera; el sombrero, agotado por <strong>la</strong> lluvia,<br />

abrasado por el sol, ensuciado y roto, inclinaba tristemente sus plumas marchitas. El Príncipe<br />

radiante continuaba mudo y risueño. ¡Ay! Cuando lucía allá arriba, inaccesible en <strong>la</strong>s limpias<br />

noches <strong>de</strong> estío, era menos cruel.<br />

La casa <strong>de</strong> Don Juan Bautista se terminó; <strong>la</strong> verja relucía, <strong>la</strong>s flores <strong>de</strong>l jardín dob<strong>la</strong>ban con<br />

elegancia sus finos tallos. El dueño fue a <strong>la</strong> capital, se casó pomposamente, regresó con<br />

música. La señora era rubia, bel<strong>la</strong> y tonta quizás. El pueblo quedó <strong>de</strong>slumbrado. Victoria<br />

<strong>de</strong>sapareció.<br />

Hay, en el lugar, una escarpada peña, a cuyo pie se amontonan, como un torrente <strong>de</strong><br />

vegetación, impenetrables brezos y zarzas. Tres días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong> boda, <strong>de</strong>scubrieron los<br />

cazadores, allá abajo, un pájaro raro y lo acribil<strong>la</strong>ron a ba<strong>la</strong>zos. Resultó ser el sombrero <strong>de</strong><br />

Victoria. Debajo estaba Victoria con el cuerpo tibio todavía, y que por fin reposaba.<br />

El Poeta – ¡Amanece!<br />

El Alma – No. Aún es <strong>de</strong> noche.<br />

LA ORACIÓN DEL HUERTO<br />

El Poeta – ¡Amanece! Un suspiro <strong>de</strong> luz tiemb<strong>la</strong> en el horizonte. Pali<strong>de</strong>cen <strong>la</strong>s estrel<strong>la</strong>s<br />

resignadas. Las a<strong>la</strong>s <strong>de</strong> los pájaros dormidos se estremecen y <strong>la</strong>s castas flores entreabren su<br />

corazón perfumado, preparándose para su existencia <strong>de</strong> un día. La tierra sale poco a poco <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong>s sombras <strong>de</strong>l sueño. La frente <strong>de</strong> <strong>la</strong>s montañas se ilumina vagamente, y he creído oír el<br />

canto <strong>de</strong> un <strong>la</strong>brador entre los árboles, camino <strong>de</strong>l surco. ¡Levántate y trabaja, alma mía!<br />

¡Amanece!<br />

El Alma – En mí todavía es <strong>de</strong> noche. Noche sin estrel<strong>la</strong>s, ciega y muda como <strong>la</strong> misma muerte.<br />

32

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!