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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

busquen el misterio en el iris fácilmente sensual <strong>de</strong>l perro, sino en el gatuno, joya cristalina y<br />

metálica, insondable transparencia hendida al sol por el filo <strong>de</strong> un siniestro puñal, ahuecada por<br />

<strong>la</strong> noche en un fascinador abismo. El perro ha llegado a <strong>la</strong> certidumbre, a <strong>la</strong> felicidad; el gato<br />

espera. Su silueta inmóvil nos inquieta en <strong>la</strong> penumbra habitable adon<strong>de</strong> le arrastró un capricho<br />

prehistórico. Sus preferencias son <strong>de</strong> mujer. Elige sus íntimos, si es que los tolera. ¡Cuántos<br />

iluminados, como Bau<strong>de</strong><strong>la</strong>ire, se honraron con <strong>la</strong> caricia eléctrica, rara, <strong>de</strong> esa bestia magnífica!<br />

El perro, en su honrada y aturdida ternura, nos representa el más allá posible, el puente sobre<br />

los precipicios que separan a los seres. El gato nos representa el más allá impenetrable, <strong>la</strong><br />

frialdad burlona <strong>de</strong> lo <strong>de</strong>sconocido. Si uno es el <strong>de</strong>finitivo compañero, el otro es <strong>la</strong> esfinge<br />

familiar.<br />

----------<br />

Laguna Porá, junio <strong>de</strong> 1907.<br />

“En el Paraguay <strong>la</strong> mano <strong>de</strong> obra es imposible”, dicen los industriales; “<strong>la</strong> gente aborrece el<br />

trabajo”. “¿Por qué no <strong>de</strong>searán ganar dinero?” se preguntan los merca<strong>de</strong>res. “El servicio es<br />

infame”, gimen <strong>la</strong>s dueñas <strong>de</strong> casa. Nadie tiene vocación <strong>de</strong> changador ni <strong>de</strong> sirviente. Estos<br />

taciturnos campesinos prefieren no hacer nada a enriquecer al prójimo. ¿Cómo perdonarles el<br />

<strong>de</strong>lito <strong>de</strong> contentarse con poco, y <strong>de</strong> no <strong>de</strong>jarse civilizar?<br />

Porque <strong>la</strong> civilización es el oro. Hay que adquirirlo para sí, o al menos para otro. Pero no<br />

co<strong>la</strong>borar a <strong>la</strong> aglomeración <strong>de</strong>l oro, he aquí lo abominable. No obe<strong>de</strong>cer a <strong>la</strong> gravitación áurea<br />

<strong>de</strong> los tiempos mo<strong>de</strong>rnos es lo que era en épocas pasadas no obe<strong>de</strong>cer a <strong>la</strong> gravitación <strong>de</strong>l<br />

hierro: una rebelión incomprensible. “El servicio es infame”. Cuando una gallina resulta dura <strong>de</strong><br />

comer murmuramos: “¡qué infame animal!” Es infame lo que no nos sirve, lo que resiste a<br />

nuestros dientes. Es a<strong>de</strong>más herético. Para <strong>la</strong>s seseras <strong>de</strong>mocráticas hay una fe, que es <strong>la</strong><br />

codicia legal, y un Dios, que es el progreso, un Dios muy práctico, muy yanqui, que adjudica <strong>la</strong><br />

felicidad al resoplido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s fábricas. Hay que ser feliz a <strong>la</strong> fuerza. Hay que andar en tropel, hay<br />

que dar aceite a <strong>la</strong>s máquinas, y admirar los resultados <strong>de</strong> <strong>la</strong> avaricia metódica.<br />

Y, sin embargo, <strong>la</strong> armonía no es perfecta. Existe quien sufre <strong>la</strong> inquisición <strong>de</strong> <strong>la</strong> miseria y se<br />

niega a convertirse. Existe quien se aviene a una mandioca y dos naranjas, y no quiere ser<br />

<strong>la</strong>cayo. Debería votarse una ley que obligara a esos insensatos a fomentar el progreso. No<br />

bastan los harapos; es necesaria <strong>la</strong> cárcel. Tranqui<strong>la</strong>mente: <strong>la</strong> ley está en vigor; es <strong>la</strong> ley contra<br />

los vagabundos. ¡Qué aspectos tan cómicos ofrece <strong>la</strong> libertad, y qué sainete el <strong>de</strong> los <strong>de</strong>rechos<br />

<strong>de</strong>l hombre! Puesto que los curas y los nobles reve<strong>la</strong>ron su propia <strong>de</strong>bilidad, suprimamos sus<br />

privilegios, cortemos sus cabezas en nombre <strong>de</strong> <strong>la</strong> fraternidad y <strong>de</strong> <strong>la</strong> tolerancia. En cuanto al<br />

oro es el siempre inmacu<strong>la</strong>do, el siempre augusto. ¿Por dón<strong>de</strong> atacarle? No tiene cabeza, trono<br />

ni credo. Pueblo, pueblito: eres libre <strong>de</strong> insultar al Padre Eterno, a los santos, ya que son<br />

mentira. Vocifera contra cosas que ya a nadie importan: eres libre. Ven acá, bárbaro <strong>de</strong> los<br />

montes, borracho <strong>de</strong> taberna, tu voto vale tanto como el <strong>de</strong>l profesor Lombroso; elige tu<br />

gobierno, eres libre. Y tú, madre chanteur entrampado, testaferro macilento, arranca honras<br />

<strong>de</strong>s<strong>de</strong> el púlpito <strong>de</strong> <strong>la</strong> prensa: eres libre. Son libres <strong>de</strong> todo, menos <strong>de</strong> alimentarse.<br />

La propiedad es intangible. Cada día su culto es más intransigente; cada día se vuelve más<br />

sagrada. Hubo miserables por los caminos y caballeros en los pa<strong>la</strong>cios, como ahora, mas el que<br />

temb<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> frío, lejos <strong>de</strong> su choza, entraba en el bosque <strong>de</strong>l rico y cortaba un haz <strong>de</strong> leña. Era<br />

el <strong>de</strong>recho <strong>de</strong>l pobre a <strong>la</strong> caridad. Hoy es preciso ser <strong>la</strong>drón para no morir. Si al <strong>de</strong>sheredado<br />

que salta una tapia se le encaja un tiro, no faltará quien felicite al propietario por su buena<br />

puntería. ¿Se concibe en <strong>la</strong> actualidad una costumbre como aquel<strong>la</strong> en virtud <strong>de</strong> <strong>la</strong> cual los<br />

gran<strong>de</strong>s señores romanos tenían que abrir sus habitaciones y parques al público una vez por<br />

semana? ¿En qué familia quedan <strong>la</strong>zos <strong>de</strong> afecto profundo entre amos y criados? “Criado <strong>de</strong> V.<br />

E.”, firma Cervantes, según el uso, y <strong>la</strong> fórmu<strong>la</strong> es cortés sin bochorno; servidor ya nos choca;<br />

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