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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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Don Angel. – Sí, señora.<br />

Doña Nico<strong>la</strong>sa. – ¿Era <strong>la</strong> ocasión <strong>de</strong> que don Tomás se riera, verdad?<br />

Don Angel. – Sí, señora.<br />

Doña Nico<strong>la</strong>sa. – ¡Pues todo lo contrario! Se quedó pensativo.<br />

Don Angel. – Sí, señora.<br />

“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

Doña Nico<strong>la</strong>sa. – ¡Mire usted que los cometas! En este punto no me han satisfecho <strong>la</strong>s hipótesis<br />

admitidas. Están ahora esperándose tres cometas <strong>de</strong> golpe. Yo no soy como otras mujeres<br />

fanáticas, que se figuran que los manda el <strong>de</strong>monio.<br />

Don Angel. – ¿Y cuál sería <strong>la</strong> causa, en <strong>la</strong> opinión <strong>de</strong> usted?<br />

Doña Nico<strong>la</strong>sa. – Sospecho que esos terribles calores…<br />

Don Angel. – Sí, señora…<br />

LA SIRVIENTA<br />

Don Angel. – ¿Y ese café? ¿Lo hacen o no lo hacen?<br />

Don Tomás. – No moleste usted a <strong>la</strong> señora. No tengo prisa.<br />

María. – (Es <strong>la</strong> compañera <strong>de</strong> don Angel. Están unidos <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace ocho años. Tienen tres<br />

chiquillos preciosos. Habitan mo<strong>de</strong>stamente. Son muy felices. No están casados). Olvidaste que<br />

se nos marchó <strong>la</strong> sirvienta.<br />

Don Angel. – Cierto. Se fue esta mañana con veinticinco pesos a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntados. Era una muchacha<br />

excelente.<br />

María. – La verdad que es una lástima. Haré yo el café, si los niños me <strong>de</strong>jan.<br />

Don Tomás. – Avise usted a <strong>la</strong> policía y echarán el guante a <strong>la</strong> sirvienta y a los veinticinco<br />

pesos.<br />

Don Angel. – ¿Se bur<strong>la</strong> usted?<br />

Don Tomás. – No estoy seguro.<br />

Don Angel. – ¿Co<strong>la</strong>borar con <strong>la</strong> policía? ¿Encargar a un semejante mío el espionaje y el acoso?<br />

¡Y qué bel<strong>la</strong> caza! Veinticinco pesos adquiridos por una infeliz mujer.<br />

Don Tomás. – ¿Adquiridos? Las pa<strong>la</strong>bras algo significan. Diga usted estafados.<br />

Don Angel. – No comprendo bien <strong>la</strong> diferencia. Ya que usted posee tan c<strong>la</strong>ras noticias sobre el<br />

origen <strong>de</strong> <strong>la</strong> propiedad, le felicito. Creo que para conservar ilusiones candorosas <strong>de</strong> honra<strong>de</strong>z<br />

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