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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

verificado, dieciséis centímetros <strong>de</strong> tal<strong>la</strong>. Al iniciar nuestras conversaciones, siento lo cómico <strong>de</strong>l<br />

espectáculo, pero bastan algunos momentos <strong>de</strong> comunicación espiritual para <strong>de</strong>svanecer todo<br />

efecto equívoco. Alberico empieza en seguida a crecer, y yo a compren<strong>de</strong>r una vez más que <strong>la</strong>s<br />

cosas son pura apariencia, y el universo inmensa máscara. La inteligencia soberana <strong>de</strong>l hombre<br />

diminuto se apo<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> mí, y bebo en aquel<strong>la</strong> fuente imperceptible realida<strong>de</strong>s nuevas, capaces<br />

<strong>de</strong> refrescar el marchito jardín <strong>de</strong>l mundo.<br />

En una carta anterior di mediana cuenta <strong>de</strong> cómo nos enten<strong>de</strong>mos. Puedo asegurar que mi<br />

lenguaje viene a ser un caso particu<strong>la</strong>r <strong>de</strong>l lenguaje enorme, musical y pictórico <strong>de</strong> Alberico.<br />

Pocas sesiones le bastarían a él para enterarse <strong>de</strong> nuestra pobre civilización, mientras que yo<br />

no conseguiré nunca apreciar <strong>la</strong> profunda y complicada vida <strong>de</strong> mi amigo y <strong>de</strong> sus congéneres.<br />

Reduciré a <strong>la</strong> forma vulgar los diálogos gráfico-fonéticos que hemos sostenido hasta <strong>la</strong> fecha, y<br />

los que sostengamos. Abrigo el dulce proyecto <strong>de</strong> guardar a Alberico a mi <strong>la</strong>do, y <strong>de</strong> oír y<br />

recoger su opinión sobre <strong>la</strong>s actualida<strong>de</strong>s morales y políticas. Entre tanto, he satisfecho parte<br />

<strong>de</strong> mi curiosidad acerca <strong>de</strong> los a-imdlis. Me atrevo a significar <strong>de</strong> este modo <strong>la</strong> raza a que<br />

Alberico pertenece. No es que él <strong>la</strong> haya l<strong>la</strong>mado así; creo que los a-imdlis no tiranizan <strong>la</strong>s<br />

pa<strong>la</strong>bras, imponiéndoles forma fija, y haciéndo<strong>la</strong>s correspon<strong>de</strong>r siempre a los mismos objetos;<br />

quizá no conciben objetos invariables. Para comodidad <strong>de</strong>l lector usaré <strong>de</strong> esas tres melodiosas<br />

sí<strong>la</strong>bas que semejantes a un leit motiv wagneriano, vuelven a los <strong>la</strong>bios <strong>de</strong> Alberico cuando se<br />

ocupa <strong>de</strong> sus compañeros. Confieso, a mayor humil<strong>la</strong>ción mía y uste<strong>de</strong>s, que mi huésped no se<br />

manifestó tan impaciente <strong>de</strong> conocer nuestras costumbres como yo <strong>de</strong> conocer <strong>la</strong>s suyas.<br />

----------<br />

Yo. – ¿…?<br />

Alberico. – Los hombres son numerosos cual <strong>la</strong>s hojas <strong>de</strong> una selva; los a-imdlis son menos<br />

numerosos que <strong>la</strong>s hojas <strong>de</strong> un árbol. Viven <strong>de</strong> frutas y raíces; se guarecen bajo tierra; van<br />

<strong>de</strong>snudos. A veces se abrigan con un manto sutil, que toman al olvidado te<strong>la</strong>r <strong>de</strong> algún insecto.<br />

(Observo el manto <strong>de</strong> Alberico, y compruebo que parece obra <strong>de</strong> arañas).<br />

Yo. – ¿No trabajen? ¿No explotan ninguna industria? ¿No construyen nada? ¿No poseen<br />

máquinas?<br />

Alberico. – ¡Ahora no! En una época remotísima cuando los a-imdlis eran unos salvajes, tenían<br />

máquinas e industrias. Llegaron a dominar el globo y a transportarse a los p<strong>la</strong>netas más<br />

próximos. Los seres que encontraron allí eran en tal extremo extraños, que no fue posible<br />

ten<strong>de</strong>r un puente hasta sus almas, y los a-imdlis, penetrados <strong>de</strong> nostalgia y <strong>de</strong>sesperación,<br />

tornaron a su patria. Fueron necesarios colosales <strong>la</strong>psos para que <strong>de</strong>scubrieran que <strong>la</strong>s<br />

máquinas los disminuían, invistiéndolos <strong>de</strong> un po<strong>de</strong>r falso; <strong>de</strong>scubrieron al fin que sólo<br />

conquistaban lo que era inferior a ellos mismos, y que urgía restablecer <strong>la</strong>s energías interiores,<br />

únicas esenciales.<br />

Yo. – ¿Lo ejecutaron así?<br />

Alberico. – No todos. Una pequeña porción persistió en el estado bárbaro, conservando sus<br />

máquinas.<br />

(Alberico dibuja un círculo; <strong>la</strong> tierra. Sigue dibujando <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong>l círculo. Reconozco el Este <strong>de</strong><br />

Europa y <strong>de</strong> África, <strong>la</strong> mitad Sur <strong>de</strong> Asia, un trozo <strong>de</strong> Australia, is<strong>la</strong>s, golfos. Sin embargo,<br />

ciertos istmos mudados en estrechos y viceversa, ciertas <strong>de</strong>formaciones en los contornos <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

costas me l<strong>la</strong>man <strong>la</strong> atención. Alberico lo mira y sonríe con <strong>la</strong> intensa dulzura habitual).<br />

Alberico. – La geografía no era lo que es hoy. Los mares reforman incesantemente sus oril<strong>la</strong>s.<br />

Todo cambia. (Seña<strong>la</strong> con <strong>la</strong> mina un lugar <strong>de</strong> <strong>la</strong> costa no lejano <strong>de</strong>l Cambodge actual). Aquí se<br />

quedaron los rebel<strong>de</strong>s. Esta es su cuna.<br />

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