26.04.2013 Views

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

Se muerte, es <strong>de</strong>cir, se <strong>de</strong>snuda. Van cayendo sus pétalos temb<strong>la</strong>ndo; van cayendo <strong>la</strong>s túnicas<br />

en torno <strong>de</strong> su alma invisible. Ni el sol mismo con tanto esplendor sucumbe. En <strong>la</strong>s cien a<strong>la</strong>s <strong>de</strong><br />

rosa que <strong>de</strong>spacio se vuelcan y se abaten, palpita <strong>la</strong> nieve inaccesible <strong>de</strong> <strong>la</strong> luna, y el rubor <strong>de</strong>l<br />

alba, y el incendio magnífico <strong>de</strong> <strong>la</strong> aurora boreal. Por <strong>la</strong>s heridas <strong>de</strong> <strong>la</strong> flor sangra belleza.<br />

----------<br />

Esta rosa, más bel<strong>la</strong> aún al morir que al nacer, nos ofrece con su aparición discreta una suave<br />

enseñanza. Sólo ha vivido un día; un día le ha bastado para ocupar <strong>la</strong> más noble cumbre <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />

cosas. Nosotros, los privados <strong>de</strong> belleza, vivimos, ¡ay!, <strong>la</strong>rgo tiempo. Nos conce<strong>de</strong>n años y años<br />

para que nos busquemos a tientas y avancemos un paso. Y confiemos siquiera en que <strong>la</strong><br />

muerte nos dará un poco más <strong>de</strong> lo que nos dio <strong>la</strong> vida. ¿A qué prolongaría <strong>la</strong> belleza su visita a<br />

este mundo extraño? No po<strong>de</strong>mos soportar el espectáculo <strong>de</strong> <strong>la</strong> belleza sino breves momentos.<br />

Los seres bellos son los que nos hab<strong>la</strong>n <strong>de</strong> nuestro <strong>de</strong>stino. La flor se <strong>de</strong>spi<strong>de</strong>; me hab<strong>la</strong> <strong>de</strong> lo<br />

que me importa, porque es bel<strong>la</strong>. Se va y no he comprendido. Desnuda al fin, su alma se<br />

<strong>de</strong>svanece y huye. El crepúsculo se entretiene en borrar <strong>la</strong>s figuras y en añadir <strong>la</strong> soledad al<br />

silencio. Entre mis <strong>de</strong>dos cansados se <strong>de</strong>sgarran los pétalos difuntos. Ya no son un trofeo<br />

resp<strong>la</strong>n<strong>de</strong>ciente, sino los <strong>de</strong>spojos <strong>de</strong> un sueño inútil.<br />

REGALO DE AÑO NUEVO<br />

En aquel<strong>la</strong> época éramos muy pobres. A mí me habían dado un mo<strong>de</strong>sto empleo en el<br />

ministerio <strong>de</strong> <strong>la</strong>s finanzas, a fuerza <strong>de</strong> intrigas y <strong>de</strong> súplicas. En <strong>la</strong>s horas libres traducía <strong>de</strong>l<br />

inglés o <strong>de</strong>l alemán obras interminables, pagadas por término medio a cinco céntimos <strong>la</strong> página.<br />

París es terrible. Mi mujer, cuando nuestros tres niños <strong>la</strong> <strong>de</strong>jaban tranqui<strong>la</strong>, bordaba para fuera.<br />

De noche, mientras los niños dormían y mi pluma rascaba y rascaba el papel, <strong>la</strong> madre daba<br />

una lección <strong>de</strong> solfeo o <strong>de</strong> piano en <strong>la</strong> vecindad. Y con todo estábamos siempre contentos.<br />

Éramos jóvenes.<br />

Teníamos -y creo que los tenemos aún- dos tíos riquísimos, beatos, viejos, bien pensantes, con<br />

hotel frente al parque Monceau, fundadores <strong>de</strong> capil<strong>la</strong>s, incubadores <strong>de</strong> seminarios, y que no<br />

hacían caridad más que a Dios. Nos daban muchos consejos, procurando <strong>de</strong>bilitar mis i<strong>de</strong>as<br />

liberales, y nos invitaban a cenar dos o tres veces al año. En su casa reinaba un lujo severo que<br />

nos cohibía, y nos aburríamos mucho con ellos. El tío Grandchamp era f<strong>la</strong>co, amarillo,<br />

amojamado. En él bril<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> mo<strong>de</strong>ración. Se dignaba reve<strong>la</strong>r al público sus millones mediante<br />

un signo discreto: llevaba en el <strong>de</strong>do meñique un diamante enorme, que maravil<strong>la</strong>ba a nuestros<br />

pequeños hijos. La tía Grandchamp era gorda, colorada, imponente. Su char<strong>la</strong> insulsa e<br />

incesante nos fastidiaba más que <strong>la</strong> solemne circunspección <strong>de</strong> su esposo. No hab<strong>la</strong>ba sino <strong>de</strong><br />

su inmensa posición, <strong>de</strong> sus empresas piadosas, <strong>de</strong> sus amista<strong>de</strong>s episcopales, <strong>de</strong> su próximo<br />

viaje a Roma; cuando se refería al supremo instante en que habría Su Santidad <strong>de</strong> recibir<strong>la</strong> en<br />

audiencia, sus gruesos <strong>la</strong>bios, un poco velludos y babosos, avanzaban ávidamente como si<br />

saborearan ya <strong>la</strong>s zapatil<strong>la</strong>s <strong>de</strong>l Pontífice.<br />

Yo no sé por qué aguantábamos a nuestros tíos, por qué les respetábamos y hasta los<br />

escuchábamos con recogimiento; tal vez nos hipnotizara, sin darnos cuenta, un oro que para<br />

nosotros era inaccesible. Se mostraban tan avaros que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que nos habíamos insta<strong>la</strong>do en<br />

París no nos habían rega<strong>la</strong>do nada. Por otra parte, ni siquiera nos era dado alegarnos con su<br />

muerte probable, a no ser que fuera esta alegría completamente <strong>de</strong>sinteresada. Los tíos, en<br />

efecto, tenían un vástago; contra todas <strong>la</strong>s apariencias habían resultado fecundos. El joven<br />

Grandchamp se l<strong>la</strong>maba Alfredito, se habían fundido en él los rasgos <strong>de</strong> sus padres: no era<br />

f<strong>la</strong>co ni gordo, char<strong>la</strong>tán ni cal<strong>la</strong>do. Comía y bebía con apetito y confiaba en <strong>la</strong> provi<strong>de</strong>ncia. Si<br />

nos hubiéramos querido hacer a toda costa ilusiones con <strong>la</strong> fortuna <strong>de</strong> los Grandchamp,<br />

43

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!