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Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja

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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />

Don Tomás. – No, <strong>la</strong> caída <strong>de</strong> este ángel no es miltoniana. Abandonar una tienda por <strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

enfrente no es retirarse <strong>de</strong>l comercio.<br />

Don Justo. – ¿Hay noticias interesantes?<br />

DECADENCIA<br />

Don Tomás. – Todo es interesante en extremo para el que tiene <strong>la</strong> vista c<strong>la</strong>ra. Ha aparecido una<br />

enfermedad nueva, y han ofrecido millón y medio <strong>de</strong> francos a Roosevelt por exhibirse a caballo<br />

en un circo.<br />

Don Justo. – ¿Y qué le parece?<br />

Don Tomás. – Dos signos más <strong>de</strong> <strong>la</strong> general <strong>de</strong>ca<strong>de</strong>ncia. Pero sobraban. Mi diagnóstico estaba<br />

hecho.<br />

Don Angel. – Don<strong>de</strong> usted ve <strong>de</strong>crepitud, yo veo renovación.<br />

Don Tomás. – El tiempo no pasa en vano. Nacer más tar<strong>de</strong> es nacer más viejo. Y se acabará<br />

por morir en el vientre <strong>de</strong> <strong>la</strong> madre, a <strong>la</strong> moda <strong>de</strong> París.<br />

Don Angel. – Acci<strong>de</strong>nte. La misión <strong>de</strong> los siglos es rejuvenecer el mundo.<br />

Don Tomás. – Si usted se empeña seremos jóvenes. La juventud no es un coeficiente científico,<br />

y en este instante <strong>la</strong> <strong>de</strong>sconozco. Jóvenes, pero enfermos. Tal vez sería preferible maduros y<br />

sanos. Enfermos, sí; y no imaginarios, se lo aseguro. La raza b<strong>la</strong>nca está podrida <strong>de</strong><br />

tuberculosis y <strong>de</strong> neurastenia. A medida que aumentan los recursos <strong>de</strong> <strong>la</strong> medicina y <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

higiene, disminuye <strong>la</strong> longevidad, <strong>la</strong> resistencia orgánica. El <strong>de</strong>porte es ridícu<strong>la</strong>mente inocuo; <strong>la</strong><br />

muscu<strong>la</strong>tura no es <strong>la</strong> salud, y entristece contemp<strong>la</strong>r tanto atleta frágil. Nuestra carne <strong>de</strong>genera;<br />

no es aquel<strong>la</strong> que aguantaba <strong>la</strong>s pestes medievales, y <strong>la</strong>s guerras <strong>de</strong> siglos. Éramos entonces<br />

inmundos; nos <strong>la</strong>vaban apenas el sudor y <strong>la</strong> lluvia, y los microbios hacían cuanto querían. Sin<br />

embargo, bajo tan sucia costra corría sangre mejor. Las <strong>de</strong>fensas mo<strong>de</strong>rnas son exteriores; nos<br />

conservamos a fuerza <strong>de</strong> antisépticos; no es nuestra propia sustancia <strong>la</strong> que lucha, sino <strong>la</strong><br />

postiza. Nos quedamos calvos, se nos caen los dientes. Hacemos digerir nuestros alimentos en<br />

<strong>la</strong> farmacia. Nuestro cuerpo tien<strong>de</strong> a <strong>de</strong>scomponerse como el <strong>de</strong> los difuntos, y nos<br />

embalsamamos en vida para no <strong>de</strong>saparecer. Examine los dos tipos elevados <strong>de</strong> cultura, el<br />

sajón y el <strong>la</strong>tino. Norte América y Francia, y notará que <strong>la</strong> especie fatigada no se reproduce<br />

siquiera…<br />

Don Justo. – En Francia, lo admito.<br />

Don Tomás. – Y en Norte América peor. Si <strong>la</strong> pob<strong>la</strong>ción yanqui crece aún es gracias a los<br />

inmigrantes bárbaros. En dos generaciones o tres, <strong>la</strong>s mujeres <strong>de</strong> origen extranjero renuncian<br />

ya a parir. Están civilizadas. Respecto a <strong>la</strong>s otras, a <strong>la</strong>s “matricias”, es sabido que una dama <strong>de</strong><br />

<strong>la</strong> quinta Avenida es tan estéril como <strong>la</strong> esposa <strong>de</strong> un financiero parisién.<br />

Don Justo. – ¡Esterilidad provocada, horrible es <strong>de</strong>cirlo!<br />

Don Tomás. – ¡Bah! Usted, hombre <strong>de</strong> legajos, se figura que hay cosas naturales y cosas<br />

artificiales. No; ¡todo es natural! Todo, por lo menos para nuestra inteligencia, obe<strong>de</strong>ce a <strong>la</strong>s<br />

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