Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
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“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />
sabían que había transcurrido <strong>la</strong> hora irremediable. Es lo que los estadistas l<strong>la</strong>man gestar <strong>la</strong><br />
nacionalidad futura.<br />
Mis lectores estarán mejor enterados que yo <strong>de</strong> <strong>la</strong> marcha general <strong>de</strong> los sucesos. Algo ha <strong>de</strong><br />
haber ocurrido por el norte. En el combate <strong>de</strong>l próximo pueblo <strong>de</strong> Laureles cayeron cuarenta<br />
colorados. Su jefe, el caudillo A. Ramírez, un viejo cuyo arrojo conozco, se vino al galope sobre<br />
<strong>la</strong> guardia, él solo, con el cigarrillo en <strong>la</strong> boca y una bomba en el bolsillo. El centine<strong>la</strong> lo mató al<br />
tercer disparo. José Gil, el célebre cabecil<strong>la</strong>, aguarda a unas cuantas leguas más allá, tal vez<br />
con ametral<strong>la</strong>doras. Trescientos hombres avanzan contra él. Nuevos horrores nos amenazan,<br />
horrores muy heroicos, pero doblemente horrores, por lo salvajes y por lo inútiles.<br />
¿SOMBREROS?<br />
El nombre actual es <strong>de</strong>masiado <strong>la</strong>borioso para preocuparse por el adorno <strong>de</strong> su persona y por<br />
<strong>la</strong> exhibición <strong>de</strong> sus encantos físicos. El privilegiado <strong>de</strong>l lujo se impone <strong>la</strong> faena <strong>de</strong>l sport.<br />
Hemos visto <strong>de</strong>saparecer los refinamientos <strong>de</strong> <strong>la</strong> indumentaria masculina, florecidos al calor <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong>s costumbres cortesanas. Los pa<strong>la</strong>cios-estufas han sido arrasados, y el aire libre <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
<strong>de</strong>mocracias ha barrido <strong>de</strong>l cuerpo viril toda fruslería <strong>de</strong> tocador. Más intransigentes que nunca<br />
con lo re<strong>la</strong>tivo a <strong>la</strong> limpieza, aceptamos valientemente nuestra fealdad. Nos repugnaría rizarnos<br />
el pelo, llevar peluca, encorsetarnos, o encajarnos músculos postizos. Con impúdica audacia<br />
paseamos nuestras calvas lustrosas, <strong>la</strong> ausencia <strong>de</strong> nuestras pantorril<strong>la</strong>s o <strong>la</strong> exageración <strong>de</strong><br />
nuestros vientres. Los atavíos guerreros tien<strong>de</strong>n a caer en <strong>de</strong>suso. Compren<strong>de</strong>mos que los<br />
tatuajes son inútiles y a veces peligrosos. Un combatiente pintarrajeado y erizado <strong>de</strong> plumas<br />
presenta un buen b<strong>la</strong>nco al enemigo. Los uniformes, por mimetismo, <strong>de</strong>ben confundirse con el<br />
sucio matiz <strong>de</strong>l fango o <strong>de</strong>l polvo, y en Suiza, por otras razones, se han suprimido casi en<br />
absoluto. La técnica industrial y social es <strong>la</strong> que manda. Hasta el frac, sencillo uniforme <strong>de</strong><br />
etiqueta civil, es en varias profesiones un traje <strong>de</strong> trabajo. Los ingleses son los que se visten<br />
mejor, los que mejor adaptan <strong>la</strong> soli<strong>de</strong>z, <strong>la</strong> comodidad, <strong>la</strong> sinceridad <strong>de</strong> su ropa a <strong>la</strong>s<br />
circunstancias <strong>de</strong> <strong>la</strong> vida mo<strong>de</strong>rna.<br />
Parece, pues, natural que <strong>la</strong> mujer se reserve <strong>la</strong> coquetería <strong>de</strong>corativa, manteniendo el<br />
dimorfismo necesario a <strong>la</strong> sabrosa propagación <strong>de</strong> <strong>la</strong> especie. El hombre y <strong>la</strong> mujer se <strong>de</strong>sean<br />
porque son distintos -sin ser extraños-. Ni muy cerca ni muy lejos. Es cuestión vital ésta <strong>de</strong><br />
conservar <strong>la</strong> distancia óptima. Si un sexo se <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>za, el otro ha <strong>de</strong> evolucionar en<br />
consecuencia. Cuando más se borren los rasgos externos sexuales <strong>de</strong>l hombre, más ha <strong>de</strong><br />
reforzar los suyos <strong>la</strong> mujer. Y, en efecto, <strong>la</strong>s modas femeninas marchan hacia lo l<strong>la</strong>mativo, lo<br />
sorpren<strong>de</strong>nte, lo inexplicable -¡ay!-, también hacia lo absurdo.<br />
Díganme, por ejemplo, cómo se pue<strong>de</strong> justificar <strong>la</strong> existencia <strong>de</strong> esa especie <strong>de</strong> apagadores<br />
que llevan ahora <strong>la</strong>s mujeres en <strong>la</strong> parte alta. ¡Caso típico <strong>de</strong> cobardía colectiva! Noten que no<br />
son <strong>la</strong>s señoras <strong>la</strong>s que han imaginado ni elegido semejantes sombreros. Tampoco nosotros,<br />
estupefactos ante el disfraz recetado cada mes o cada seis meses a nuestras compañeras. Es<br />
un grupo <strong>de</strong> modistos europeos el que <strong>la</strong>nza el artículo mediante sus maniquíes, cortesanas,<br />
actrices y <strong>de</strong>mimondaines, rec<strong>la</strong>mo vivo <strong>de</strong>l negocio. Hay que cambiar <strong>de</strong> formas para renovar<br />
<strong>la</strong>s merca<strong>de</strong>rías y sostener los precios al amparo <strong>de</strong> una novedad falsificada. Es evi<strong>de</strong>nte que<br />
<strong>la</strong>s modas se transformarían con <strong>la</strong> lentitud <strong>de</strong> <strong>la</strong> arquitectura, si obe<strong>de</strong>cieran a motivos lógicos<br />
y generales, a <strong>la</strong> diferencia en <strong>la</strong>s i<strong>de</strong>as, en los hábitos, en el material <strong>de</strong> confección. Pero<br />
precisamente el material es poco más o menos idéntico, hilo, <strong>la</strong>na, seda, plumas, pieles, y <strong>la</strong>s<br />
máquinas se esfuerzan para imitar <strong>la</strong> <strong>la</strong>bor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s antiguas manufacturas. Mientras <strong>la</strong> moda<br />
masculina sigue el ritmo amplio <strong>de</strong> <strong>la</strong> realidad, <strong>la</strong> femenina, histérica, convulsionada, se presta<br />
al capricho <strong>de</strong> unos cuantos merca<strong>de</strong>res. El público, tan ignorante como el<strong>la</strong>s, paga lo que le<br />
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