Obras completas II.pdf - la tertulia de la granja
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Don Angel. – Simiescos…<br />
“<strong>Obras</strong> <strong>completas</strong> <strong>II</strong>” <strong>de</strong> Rafael Barrett<br />
Don Justo. – ¿… <strong>de</strong> nuestra sociedad incierta? Y <strong>de</strong>be ser así. Necesitamos estabilidad, y<br />
siendo difícil obtener<strong>la</strong> en el pensamiento, <strong>la</strong> realizamos en <strong>la</strong> conducta. Algo es algo. El duelo<br />
es respetable, puesto que se usa. Un periodista o un político que no se bate está perdido.<br />
Don Angel. – Hace falta <strong>de</strong>masiado valor para no batirse.<br />
Don Tomás. – Hab<strong>la</strong>n uste<strong>de</strong>s <strong>de</strong>l duelo como <strong>de</strong> una fórmu<strong>la</strong> fija, y no lo es. Se transforma,<br />
tendiendo a <strong>la</strong> mayor benignidad compatible con <strong>la</strong>s armas, y hoy, en los países <strong>de</strong> alta<br />
civilización, se ha llegado a dosificar bastante bien el peligro. La espada francesa permite <strong>la</strong><br />
esgrima <strong>de</strong>l antebrazo, y dos tiradores regu<strong>la</strong>res se encuentran seguros <strong>de</strong>l codo arriba. El<br />
sable es menos preciso, y <strong>la</strong> pisto<strong>la</strong>, aunque disminuya ad libitum <strong>la</strong> probabilidad <strong>de</strong> lesión, no<br />
es muy útil, pues no nos <strong>de</strong>ja dueños <strong>de</strong> graduar <strong>la</strong> importancia <strong>de</strong>l daño posible. Una herida<br />
inevitable y mínima satisface a todo el mundo, unas gotitas <strong>de</strong> sangre suficientes a firmar el<br />
protocolo.<br />
Don Angel. – El duelo <strong>de</strong> cumplido.<br />
Don Tomás. – El i<strong>de</strong>al. Las costumbres fatales y estériles se convierten así en puros cumplidos.<br />
Don Justo. – Que hay <strong>de</strong> cumplir.<br />
Don Tomás. – Felizmente sin gran<strong>de</strong>s riesgos.<br />
Don Angel. – Para los asuntos graves el duelo no sirve, no presenta ya <strong>la</strong> seriedad requerida.<br />
Es preciso volver al homicidio normal.<br />
Don Tomás. – Sí, es más justo. El duelo se reduce a <strong>la</strong> etiqueta <strong>de</strong>l heroísmo, <strong>la</strong> cual exige<br />
futilidad <strong>de</strong> causas. El honor se vincu<strong>la</strong> con <strong>la</strong> violencia; ya dijo Scarron que tenemos vergüenza<br />
al hacer los hombres, y honor al <strong>de</strong>shacerlos. Son los militares los profesionales <strong>de</strong>l honor,<br />
puesto que su oficio les familiariza con <strong>la</strong> muerte. Y el puntillo <strong>de</strong> honor, más exquisito aún, es<br />
propio <strong>de</strong> matones y <strong>de</strong> duques. Matarse por una insignificancia, porque sí, aunque sea sólo en<br />
simu<strong>la</strong>cro, constituye un estimu<strong>la</strong>nte precioso que <strong>la</strong>s gentes rec<strong>la</strong>man. Yo reservaría el duelo -<br />
atenuado, sistema <strong>de</strong>l antebrazo- para estos conflictos estrictamente nobles.<br />
Don Angel. – Comprendo el juicio <strong>de</strong> Dios. Es cosa tan ardua, en los negocios humanos, saber<br />
quién tiene razón, que es lógico quizás renunciar <strong>de</strong> cuando en cuando a <strong>la</strong> lógica, y entregarse<br />
al azar. Pero en el juicio <strong>de</strong> Dios el vencido era culpable: el honor que recobraba un<br />
contendiente era sacado al otro. En el duelo mo<strong>de</strong>rno los dos son absueltos; los dos se<br />
reivindican; los dos recobran su honor. Es curioso.<br />
Don Justo. – Por economía. El duelo no es un tribunal. Yo, que soy juez, no me creo obligado a<br />
batirme con los <strong>de</strong>lincuentes que con<strong>de</strong>no. La colectividad se empobrecería rápidamente si<br />
<strong>de</strong>scalificara a uno <strong>de</strong> sus distinguidos miembros en cada <strong>la</strong>nce. Por eso el duelo es<br />
provechoso. Devuelve con facilidad el honor a quien lo extravía. Y el honor hay que cuidarlo; es<br />
el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> circu<strong>la</strong>ción social.<br />
EL JURAMENTO<br />
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